13.2.14

LA GLOBALIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN Y EL FIN DE LA HISTORIA (A PROPÓSITO DE LA CÁTEDRA DE RELACIONES DE PANAMÁ CON LOS ESTADOS UNIDOS)

Por Giovanna Benedetti

¿Se acuerdan ustedes de Francis Fukuyama... aquel profesor de Stanford, favorito de los neoconservadores, miembro del PNAC y asistente de Paul Wolfowitz, que en 1989 (justo después de la caída del muro de Berlín y poco antes de la invasión a Panamá), se ganó sus quince minutos de fama cuando proclamó con gran fanfarria su tesis del "fin de la Historia"? Fukuyama alardeaba del irresistible ascenso del "Estado homogéneo universal", y hasta llegó a decir en 1992, en una versión aumentada e incorregible del mismo discurso, que "lamentándolo mucho" creía que en ese nuevo territorio global de "fronteras líquidas" y mercados neoliberales, la gente (esa que antaño "se divertía" política y culturalmente), se iban a "aburrir" de plano; y es que una vez que todo el planeta acabara por parecerse a Occidente, ninguna memoria colectiva tendría relevancia ni función.

Piazza Maggiore, Bolonia, Italia (1)
Toda esa histeria del "fin de la historia" se fue desvaneciendo de los titulares, pero cualquiera es consciente de que nunca desapareció. A la vuelta del siglo y en el último decenio, el fukuyamismo ha regresado a las carteleras con un nuevo espectáculo y vestido de "Terminator"; y, como en la película, listo para cumplir con su misión de imponer su versión del futuro, cambiando el pasado. Lo interesante es que esta vez el "evento" no se hace depender de ninguna contingencia histórica como en 1989, sino que se impone como consecuencia de un macro proceso de destrucción cultural. Este proceso, concebido e incubado en las más altas esferas mercantes y mediante intervención financiera supranacional, fue dado a luz en los claustros de algunas de las universidades más antiguas de Europa: Sorbona, Bolonia, Salamanca... y el mismo tiene por epicentro la instalación de un nuevo ordenamiento educativo, tan radical en su estructura y deontología, que de hecho significa un cambio de paradigma en los sistemas de enseñanza-aprendizaje de todos los países del planeta.

En Panamá concretamente, la Ley 48 de 2012 —esa que se acaba con la vigencia curricular de una asignatura clave para el entendimiento y salvaguarda de la memoria histórica y la identidad cultural de la nación—, es la que sirve de heraldo a este nuevo ordenamiento educacional. Basta con leer su propia exposición de motivos, donde explica que la cátedra eliminada pasará a refundirse en una asignatura llamada "Historia de Panamá para un Mundo Global", que a su vez se desarrollará (dice el mismo texto), de acuerdo a un "nuevo enfoque globalizado" de la educación, para comprender que detrás de la eliminación de la asignatura Relaciones de Panamá con los Estados Unidos hay mucha —pero mucha— más tela que cortar que lo que se ve a primera vista.

La intención de este escrito será rasgar el velo de este gran telón de fondo; pero antes, me voy a permitir un pequeño paréntesis para un asunto puntual, ya que encuentro difícil seguir adelante sin compartir con ustedes una sospecha que me inquieta, y que lanzo al ruedo como trompo para ver quién la agarra.

El asunto es el siguiente: ¿Qué relación existe entre el Tratado de Promoción Comercial (TPC) firmado y aprobado por Panamá y los Estados Unidos, por un lado, y por el otro: la Ley 48 y el Decreto Ejecutivo 920, ambos de 2012? ¿Pudiera ser que estos dos trastos legislativos panameños y el TPC no hubieran nacido por separado, sino de la mano, como esos típicos chances de lotería "casados"? Es decir: ¿qué tal si esas normas (y otras más que se ya se alumbran) no fueran sino una imposición de los EEUU para la ratificación del convenio de marras?

Todo empieza por la extraordinaria coincidencia de las fechas. 1) El proyecto de Ley 407 (que luego se convirtió en la ley 48) se presentó a la asamblea el 29 de agosto de 2011, y justo dos meses más tarde, el 22 de octubre de 2011, se logró la ratificación por el congreso estadounidense del Tratado de Promoción Comercial. 2) La norma que destruye la cátedra de Relaciones de Panamá con los Estados Unidos de Norteamérica se convirtió en Ley de la República a fecha 17 de agosto de 2012, por su publicación en la gaceta oficial 2701. El TPC entró en vigencia el 31 de octubre de 2012. En fin, allí lo dejo.

El presidente de la república, a su manera, parece sugerir más de lo que cuenta con eso de que "Esa asignatura lo único que hacía era crear tensiones"; que fue lo dijo (a pie de tumba), el mismo día del cincuentenario de la gesta del nueve de enero. Lo que el presidente de la república no ha dicho (si es que lo sabe) es por qué razón este desbaratamiento del sector educativo panameño sigue la misma hoja de ruta de otros países lejanos y cercanos.

Y es que el caso de la eliminación de la cátedra de Relaciones de Panamá con los Estados Unidos no es un suceso ni particular ni aislado. En México, por ejemplo, la Reforma Integral de Educación Media Superior (RIEMS) decretó en 2008 la eliminación de las materias de Humanidades y Filosofía del plan de estudios. Y en España viene ocurriendo otro tanto con la desaparición de la asignatura Formación para la ciudadanía y derechos humanos. Es decir: estamos frente a una trama. Una trama que lleva por oficio global "adecuar la enseñanza a las necesidades del mercado laboral (a fin de que estos puedan) reflejarse convenientemente en los currícula" (Mensaje de Salamanca, 2000). Trama perfectamente diseñada, de alcance mundial y sin fronteras, que se marca como una de las acciones prioritarias "seguir definiendo y promocionando en el currículum las destrezas de capacidad de obtención de empleo en sentido amplio" (Declaración de Graz, 2003).

La destrucción macro-cultural y el rebajamiento del pensamiento crítico se viene produciendo simultáneamente en Estados nacionales pertenecientes a los cinco continentes. Aquí y allá las nuevas directrices apuestan por una ciudadanía desarraigada de su historia y enajenada de su identidad. Quieren estudiantes ubicuos y flotantes, ajenos a las valoraciones del pensamiento crítico para poder implantar su esquema. Como explica Chomsky (2009), "les asusta —y con razón— el papel que en otras épocas han desempeñado los universitarios, los estudiantes comprometidos y los intelectuales", de ahí que quieran acabar —en plan global— con la universidad y escolaridad superior independiente, a través de los supuestos beneficios concertados de una sintonía ("Tuning") de sus sistemas educativos; porque no les gusta "que demasiada gente tenga acceso a una educación autónoma" (N. Chomsky: Latin America Declares Independence, 2009), ni que en su seno se cultive ese estudiante portador de valores, ese estudiante humanista y culto, educado en la conciencia colectiva de un patrimonio nacional, ese estudiante que afianza su identidad y defiende su memoria histórica, al que se han propuesto reemplazar por el estudiante pragmático, de fronteras líquidas, aprendizaje utilitario y desarraigo cultural.

Nada hay más efectivo para modificar conciencias que la avalancha terminológica y la novedad de un nuevo léxico. Así pues, la primera "reforma" se puede ver en lo lingüístico donde se empieza a hablar ya de "clientela estudiantil", de "producto educativo" de "empresa escolar", de "control de calidad colegial", de "inversión de aprendizaje" y del "enfoque por competencias" (que en Panamá ya apareció en lo jurídico por el Decreto Ejecutivo 920 de 31 de octubre de 2012, sin que se explique de qué va o viene). La consigna es hablar más de "entrenadores" y menos de "educadores". Como en los Estados Unidos, donde ya no sorprende que se haya pasado de decir "learning" a decir "training" ni que se anuncie la imposición del "training" sobre el "learning".

Estudiantes del Instituto Nacional de Panamá (2)
El término estrella es el de "economía del conocimiento", impuesto ya en Europa como canon de la universidad-inversionista y la escuela-competitiva. Este combinado, que es por muchas razones una figuración alejada de la ética del saber, transforma a los estudiantes en clientes y a las políticas educativas en gestiones comerciales. Semejante deontología que prioriza los valores utilitarios y que fragmenta la formación profesional de los estudiantes, tiene que impactar negativamente en el quehacer e identidad de profesores y estudiantes. Pero eso no parece importar a estos terminators anti-históricos. Su objetivo es poner a la educación de cada Estado soberano al servicio de las empresas, subordinando la financiación pública a la previa obtención de "fuentes de financiación externa", es decir, privadas.

Este modelo educativo golpea en primer término los sitios más fusionados de la ciudanía a nivel de nación (ya lo estamos viendo en Panamá): la memoria histórica, la identidad colectiva, la dignidad social, el decoro cívico, el sentimiento patrio, la conciencia pública nativa y local. Y es que su primera ofensiva consiste en destruir (o ablandar) las estructuras culturales que suelen servir de baluarte frente a las amenazas. Al desfigurar la memoria común o al impedir la construcción de una identidad histórica, se propicia el desamparo de los bienes culturales y se consigue poner en el mercado el inventario patrimonial de toda la riqueza propia de una nación, que es sin duda otro de los fines perseguidos por la trama.

El efecto Tuning

Que la educación y la cultura se piensan hoy desde las ideas de la economía de mercado es cada vez más perceptible. Lo que quizás se nota menos es el proceso de reestructuración que esta gobernando el sistema o el proyecto bajo cuya impronta se está empujando esta tamaña operación global. El proyecto se llama Tuning, en América Latina y el Caribe se conoce como Alfa Tuning, y a la fecha se encuentra establecido en la República de Panamá, y en la mayoría de los países del mundo "Occidental".

La idea detrás del nombre es clarísima: La palabra "TUNING", que es inglesa, significa "afinación", "sintonización", "acuerdo de tono" "puesta a punto" o "sintonía". En inglés, su uso cotidiano es amplio pero no demasiado polisémico, por lo que la connotación primaria no tiene perdedero: se trata de sintonizarse en un único tono, de hacer sonar al conjunto de la educación global en una misma armonía y bajo una clave idéntica.

El proyecto ALFA-Tuning-América Latina brota de la experiencia del Tuning Educational Structures in Europe11, nacido a su vez como programa modular del proceso de Bolonia de 2001. El proyecto latinoamericano emerge durante la IV Reunión de Seguimiento del Espacio Común de Enseñanza Superior de la Unión Europea, América Latina y el Caribe (UEALC) en la ciudad de Córdoba (España) en Octubre de 2002 en el que participan 186 universidades latinoamericanas que regresaron a sus respectivos países con la comisión de establecer centros nacionales de AlfaTuning. Desde esta dirección digital se puede entrar a cada uno de los portales de los CNT (Centro Nacional Tuning) de América Latina y consultar referencias documentales:

[[PROYECTO ALFA TUNING LATINOAMÉRICA]].

De manera paralela al Tuning, y como derivado de otro proyecto europeo llamado Reflex (The Flexible Professional in the Knowledge Society), se viene desarrollando ahora su versión latinoamericana, bajo el nombre de proyecto Proflex (El Profesional Flexible en la Sociedad del Conocimiento) Todas estas propuestas y programas transnacionales generan profundas contradicciones en la región, las cuales están íntimamente ligadas a la discontinua inserción en el proceso de la economía mundial. Al igual que el Tuning, su objetivo es instalar nuevas reglas económicas respecto de la gestión del conocimiento. Pensar el aprendizaje como "producto de inversión", donde la referencia más importante es la necesidad constante de "rentabilización" del conocimiento, la captación de "estudiantes-clientes" y la alianza estratégica entre centros de estudios y empresa.

Aquí en España, lugar de mi residencia, el proyecto Tuning (que a ratos llaman "Bolonia", por ser ésta la madre del cordero) no ha escatimado esfuerzos en su "sintonizaciones" educativas: ha eliminado becas, ha prescindido de materias y ha echado a la calle a cientos de miles de educadores. La nueva Ley LOMCE pone la educación bajo las pautas del mercado, y presume de una transformación que no sólo asemeje a las escuelas a las formas de organización empresarial, sino que además fortalezca su alianza con ésta.

Y es que en este modelo de sintonización global, la función social asignada a la educación se calcula según su apoyo al crecimiento económico. Así, a medida que la contribución cultural se diluye, se promueve "el apoyo a la competitividad educacional y su adecuación a las industrias". (José Joaquín Brunner: Mercados Universitarios, 2008) La idea es que sean las funciones económicas las que primen sobre cualquier objetivo de educar a una ciudadanía. Se trata, pues, de una plataforma que prioriza el emprendimiento y la competitividad como valores cardinales del sistema educativo, y que apuesta por educar a todo el estudiantado en un sistema orientado a suplir las demandas del mercado de trabajo en un horizonte de competitividad global que fomenta el "individualismo posesivo", patrocina la democracia limitada y empuja el paso del capitalismo nacional al transnacional.

En el corazón del proyecto Tuning está el llamado "enfoque por competencias", que de lo que trata es de estandarizar el aprendizaje a partir de una serie de competitividades rentables en el mercado. Dentro de este recetario, los aprendizajes se seleccionan y adiestran no en función de aptitudes que favorezcan el desarrollo de capacidades críticas, creativas y transformadoras, sino por su contribución a la productividad económica. Todo se circunscribe a "sintonizar" (tune in) el esquema de los aprendizajes a los requisitos e intereses del mundo empresarial. El objetivo es ir encajando, sintonizando (tuning) el sistema educativo de cada país dentro de la hoja de ruta global de la economía neoliberal transnacional y financista. Esta noción de competencias o destrezas útiles, que afectará, una vez instalada, a todos los circuitos de la enseñanza y el aprendizaje, representa una gravísima amenaza para la libertad cultural de cualquier región o espacio educativo, ya que como está ocurriendo justo ahora en Panamá (véase el Decreto Ejecutivo 21 de 31 de enero de 2014) va encaminada a suprimir o diluir aquellas asignaturas y grados que no conducen inmediatamente al mercado. Las disciplinas y graduaciones amenazadas son entonces las humanistas: Filosofía, Letras, Sociales, Historia, Cívica, Estudios Culturales, etc.

La economía de la educación no considera al conocimiento como valor de uso sino como puro valor de cambio. Es decir, no cree que los conocimientos deban de ser medios creativos con los cuales se pueden generar bienes, organizar servicios y concebir obras de todo tipo, sino que los supone mercancías en sí mismos. Es parte del ADN del neoliberalismo financiero que necesita tasar y facturarlo todo como un objeto rentable y que no en el cultivo y formación del conocimiento humano sino un bono comprable y transable que se puede invertir en bolsas de valores, vender y comprar en el mercado como cualquier producto de la cesta de la compra.

Es importante alertar sobre un hecho que aparece a ratos solapado: y es que al espacio de esta "educación globalizada" los países y las regiones afluyen desde diferentes trampolines: Plan Bolonia, Proyecto Tuning, Reflex, Keflex, acuerdos regionales, compromisos "casados" con tratados de libre comercio, obligaciones de Estado sujetas a compromiso, etc. El asunto es que una vez que han entrado la trama, y ligados como están por deberes de contrato, no les queda más remedio que acatar las instrucciones. La globalización a fin de cuentas es una trampa sin huellas: primero comprometen a los gobiernos con normativas internacionales de forzoso cumplimiento, luego les recortan la libertad de maniobra en sus políticas internas, y si se salen del tracto, les cargan con sanciones.

Ahora bien, la gran trama controla los gobiernos pero no es inmune al pueblo. La gente, la comunidad, las sociedades cívicas continúan siendo su talón de Aquiles. Lo sucedido en México en 2008, después de la eliminación de las materias de Humanidades y Filosofía del plan de estudios (como parte del Proyecto Tuning), es alentador y sirve como precedente. La lucha y las demandas sostenidas por la comunidad educativa mexicana consiguieron eco a nivel mundial en países como España, Francia, Uruguay, Costa Rica, Cuba, Chile, Colombia y Estados Unidos. En 2013, se logró la incorporación "fáctica" de cuatro materias filosóficas en los subsistemas de bachillerato tecnológico y se aprobó en el Senado una iniciativa que propone al Gobierno Federal la introducción de "La enseñanza de la Filosofía en la Educación Básica". (Ver: Observatorio Filosófico de Morelos)

La cátedra destruída: una reflexión final

En la transmisión de la memoria de todo pueblo, hay una serie de lugares de iniciación privilegiados que se vuelven relevantes como espacios de aquilatamiento de la conciencia colectiva. La cátedra de Relaciones de Panamá con los Estados Unidos era uno de esos espacios; un entorno privilegiado que servía de marco para la cimentación de una identidad histórica incluyente. Su objetivo era el de propiciar en los estudiantes una conexión con su propio pasado, favoreciendo la captura en el tiempo de la identidad nacional panameña mediante la creación de un nexo con el presente y el futuro. No se creó para generar antipatías, ni estuvo en el oficio de provocar hostilidades, como cree el presidente Ricardo Martinelli.

Con la cátedra de Relaciones se buscó desde el principio llevar la idea de la reivindicación soberanista a un espacio público que le diera visibilidad y educara a las nuevas generaciones. Su propósito era el de examinar y registrar las memorias colectivas, las presencias disidentes, las relaciones en conflicto y las voces silenciadas.

Decir que se derogó la Ley 31 del 29 de enero de 1963, creadora de dicha asignatura porque "las condiciones que propiciaron su origen han sido superadas", es admitir que no se entiende un hecho incontestable: que la Patria no es "una condición" ni siquiera un acontecimiento, y que por lo tanto no puede ni debe ser "superada".

Y es que no estamos hablando de la Historia de Panamá en general, ni tampoco de una selección de su conjunto, sino de un imaginario específico y rotundo: la gesta soberanista como simbolización concreta, concebida como una multiplicidad de manifestaciones y facetas en la que entra no sólo lo historiográfico, sino también lo popular, lo filosófico, lo social, lo creativo, lo artístico, lo folclórico, lo político, lo sentimental... La gesta soberanista es esa parte del conocimiento patrio que se ocupa de la razón fundacional de la nación panameña, y ello debe producirnos orgullo; no vergüenza, ni rechazo, ni mucho menos pudor frente a la mirada ajena.

Eusebio A. Morales —esa "conciencia crítica de la República" como le definió Diógenes de la Rosa— estaba convencido de que la existencia de Panamá como nación dependería siempre de la conciencia del propio ser sobre la base de una exacta mesura de lo panameño. "Nuestro país —decía— necesita ante todo y sobre todo el cultivo del sentimiento de la nacionalidad; [pues] por encima de los ideales partidistas, por encima de los enconos y de las luchas individualistas, [debe] imperar la inalterable voluntad colectiva de vernos a nosotros mismos como integrantes de una "entidad moral segura frente al futuro".

En las memorias en conflicto siempre hay dos (o más) partes que sitúan sus diferencias en una misma región o territorio. Ese es el caso de los países que abocan a rescatar sus memorias históricas provenientes de una guerra civil, de diferencias políticas o de enfrentamientos internos. La belleza del caso panameño es que se trata de una memoria colectiva prácticamente homogénea, que se ha integrado de mar a mar sin divisiones ni fracturas, y que sigue allí en el istmo como una roca eterna. Esa roca es la que nos identifica y si no nos gusta que se la remueva, ha de ser porque en nuestra historia como en toda historia— siempre hay rocas inamovibles.

(1) F. Gasparetti, Wikipedia;
(2) Wikipedia