12.12.07

JURAMENTACIÓN DE LA NUEVA DIRECTIVA DE LA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DE PANAMÁ

Por Mireya Monroy, La Prensa.

El pasado miércoles se realizó la juramentación de la nueva junta directiva de la Asociación de Escritores de Panamá, presidida ahora por José Luis Rodríguez Pittí.

"Las nóminas tenían que presentar un plan de trabajo para su período. Al final, solo se presentó una nómina que toma posesión hoy, tras haber pasado por el respectivo proceso de elecciones", expresó Edilberto González Trejos, asesor legal y nuevo secretario de la Asociación.

Nueva junta directiva y presidente saliente, de izquierda a derecha: Irina de Ardila, Ariel Barría Alvarado, Luigi Lescure, Lupita Quirós Athanasiadis, Edilberto "Songo" González Trejos, José Luis Rodríguez Pittí, Carlos Oriel Wynter Melo y Enrique Jaramillo Levi.

Enrique Jaramillo Levi, presidente saliente y fundador de la Asociación, comenta que "tener un gremio activo y responsable que promueva iniciativas y luche por la dignidad y derechos de los escritores nacionales es algo muy importante".

Añade que "es fundamental seguir en la labor de concienciar a los creadores literarios del país acerca de la responsabilidad que les cabe como auscultadores e intérpretes artísticos de la realidad; es decir, de la experiencia humana, así como en la promoción de lo mejor de nuestras letras".

Para José Luis Rodríguez Pittí, es un alto honor y un estímulo seguir trabajando "por esa literatura que amo desde niño y, sobre todo, un compromiso con todos los hombres y mujeres que en Panamá se han dedicado al oficio de escribir".

Algunos de los escritores y escritoras que asistieron a la
juramentación de la Junta Directiva 2008-2011
.

La asociación existe por esa literatura que se hace en Panamá y que contribuye, culturalmente, "a identificarnos como nación", expresa el nuevo presidente. Como proyectos para este nuevo periodo, Rodríguez asegura que se editará un volumen colectivo de cuento y poesía bilingüe de autores panameños, para promover la literatura nacional en el extranjero.

Además, hay planes para realizar un taller de guiones cinematográficos, un premio nacional de Cine/Literatura y un Festival Internacional de Narrativa y Poesía.

"Continuaremos con los cafés literarios, la formación de escritores, la gestión de apoyo para la edición de nuevos libros y promoción de los autores, encuentros literarios y recitales. Ya tenemos una agenda para 2008 llena de proyectos e ideas".

De acuerdo con los Estatutos de la Asociación de Escritores de Panamá, la junta directiva es elegida por votación de los miembros de la misma (aproximadamente 60), por un período de tres años.

Tomado de la edición electrónica del Diario La Prensa de Panamá.
Fotos cortesía de www.escritorespanama.com

10.12.07

BASES DEL PREMIO CENTROAMERICANO DE LITERATURA ROGELIO SINAN 2008

1) El Premio Centroamericano de Literatura "Rogelio Sinán" consta de un solo género o sección cada año. En el 2007, el género que se convoca es POESÍA uno de los tres géneros literarios que mejor cultivó Sinán (novela, cuento y poesía).

2) Este Premio se declara abierto a partir de la presente Convocatoria y se cerrará el viernes 11 de enero de 2008, a las 4:00 p.m.

3) Podrán participar todos los poetas centroamericanos por nacimiento, incluidos los panameños, independientemente de su lugar actual de residencia. Asimismo, también podrán hacerlo los autores de cualquier nacionalidad latinoamericana de habla hispana, que hayan adoptado legalmente la ciudadanía panameña, costarricense, nicaragüense, salvadoreña, hondureña o guatemalteca, siempre y cuando al momento de competir residan en su país de adopción y puedan demostrarlo.

4) No podrán participar escritores que en años anteriores merecieron el Premio Sinán en cualquier género.

5) Cada autor puede participar con uno o varios poemarios, pero con títulos y seudónimos diferentes. Cada obra será de un solo autor.

6) Las obras participantes deben ser inéditas en su totalidad, tanto en papel como en Internet; y no pueden estar concursando en otros certámenes literarios locales o internacionales mientras compitan en este Premio; tampoco pueden estar contratadas para su publicación en forma alguna, ni haber sido premiadas, ni leídas parcial o totalmente en actos culturales.

7) El tema y el estilo son libres.

8) Habrá un premio único de $4,000.00 (dólares) y Pergamino de Honor. Además, la empresa 9 Signos Grupo Editorial publicará la obra premiada, en coedición con la Universidad Tecnológica de Panamá.

9) La edición será de un máximo de 1,000 ejemplares. Al autor se le entregarán 20 ejemplares. El premio en metálico, más la publicación de la primera edición representan el pago único de regalías por esa edición. El autor dará preferencia a la empresa 9 Signos Grupo Editorial en caso de que haya necesidad de hacer una segunda edición cuando la primera se agote; para ambas ediciones se firmará un contrato entre el autor y la Editorial.

10) El Premio sólo podrá declararse desierto si participan 5 obras o menos y ninguna de éstas tiene, a juicio del jurado, la calidad literaria necesaria.

11) Podrá otorgarse una o dos Menciones Honoríficas si el jurado Calificador lo estima conveniente; dichas Menciones recibirán diploma alusivo.

12) Los poemas deben estar escritos en 12 pts; tener un mínimo de 80 páginas y un máximo de 100 por una sola cara, a doble espacio, en papel bond blanco tamaño carta (8 ½" x 11"), a máquina o en computadora. Un disquete o CD que contenga la obra premiada deberá ser entregado necesariamente por el autor a 9 Signos Grupo Editorial posteriormente, para el proceso de edición, en caso de merecer el Premio.

13) En años posteriores este Premio se abrirá, en forma alternada, en otros géneros literarios que cultivó asiduamente Rogelio Sinán. Así, en el 2008 se convocará en NOVELA.

14) Cada obra debe entregarse por triplicado en la Biblioteca Central (antigua sede provisional) en el Campus Octavio Méndez Pereira o en la Coordinación de Difusión Cultural (teléfonos: 290-8484 o 290-8485) de la Universidad Tecnológica de Panamá (Extensión Tocumen); o bien enviarse a tiempo (debe llegar al correo de la U.T.P. antes de la fecha de cierre) a la dirección:

Premio Centroamericano de Literatura
"Rogelio Sinán" 2007-2008
Coordinación de Difusión Cultural
Universidad Tecnológica de Panamá
Apartado 0819-07289
El Dorado, Panamá,
República de Panamá


15) En sobre aparte (cerrado y rotulado por su parte exterior con el título de la obra y seudónimo), debe consignarse el nombre del autor, teléfono, breves datos biobibliográficos y una fotografía reciente de buena calidad, así como fotocopia de la cédula de identidad personal o de la página principal del pasaporte, el cual debe necesariamente estar vigente *. No cumplir con estos requisitos puede ser causal de descalificación. Estos sobres o plicas serán entregados por la U.T.P. a un Notario Público, quien solamente abrirá los correspondientes a la obra premiada y a las mencionadas, en Conferencia de Prensa a realizarse el lunes de la última semana de abril del año 2008. La Ceremonia de Premiación se llevará a cabo el viernes de esa misma semana, en acto solemne, como parte de la "Semana del Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2007-2008".

16) Cada copia deberá venir sujeta a un cartapacio o portafolio. Se requiere incluir un índice. Las páginas deberán enumerarse solamente a partir del primer poema en sí (el índice y los posibles epígrafes o dedicatorias no se cuentan). En la parte externa del cartapacio, así como en la primera página, deberá aparecer el nombre de este Premio, el título de la obra y el seudónimo.

17) Se designará un Jurado Calificador formado por 3 destacados poetas o críticos; dos de ellos serán nacionales y uno internacional; éste será invitado a la República de Panamá para las deliberaciones con los jurados nacionales, y con el fin de que imparta una conferencia o taller de su especialidad.

18) La Universidad Tecnológica de Panamá, con el apoyo de patrocinadores estatales y de la empresa privada, cubrirá los gastos de viaje, así como los de hospedaje y comida, del jurado internacional y del autor premiado (sólo en caso de ser éste un autor centroamericano; o panameño que resida en alguno de los países de esta área). Cabe señalar que si el autor premiado resulta ser un panameño o centroamericano residente en algún país ajeno al área centroamericana, éste cubrirá sus propios gastos de transporte, pero la Universidad Tecnológica de Panamá, con el apoyo de sus patrocinadores, cubrirá sus gastos de alojamiento y comida en nuestro país.

19) El Fallo del Jurado Calificador se dará mediante dictamen escrito y razonado, por unanimidad o por mayoría, y es inapelable.

20) Las obras no premiadas sólo podrán reclamarse en la Coordinación de Difusión Cultural de la U.T.P. hasta el 30 de agosto de 2008; después de esta fecha serán destruidas.

21) Cualquier asunto no previsto en las Bases de este Certamen, será decidido por el Comité Organizador del Premio Centroamericano de Literatura "Rogelio Sinán" 2007-2008, nombrado por la Vicerrectoría de Investigación, Postgrado y Extensión para los fines de este certamen.

*El ganador del Premio Sinán deberá tener su pasaporte vigente, ya que tendrá que viajar a Panamá a recibir su premio en un término de 48 horas después de ser notificado.

Panamá, 25 de abril de 2007
"DÍA DE LA ESCRITORA Y EL ESCRITOR PANAMEÑOS"

26.11.07

LOS DEVAS DETRÁS DE LA CONSTRUCCIÓN DEL PUENTE

Por Edilberto "Songo" González Trejos

Los Devas trabajaban de forma rítmica, traían a la manifestación aquellas visiones profundas de nuestras meditaciones.

Ésa era mi pensamiento el día jueves 22 de noviembre, cuando vi llegar al bello público que se dio cita en La Novena, luego aparecieron ante nuestros ojos,

Annabel Miguelena y Sofia Santim

Sí, ante nuestros ojos maravillados —y de ello pueden dar fe los poetas, artistas y escriores que estaban presentes— se revelaron a sí mismas como portadoras de una estética y visión ambiciosa, nunca complaciente, una nueva forma de ver el mundo, de decodificarlo, plena prueba del Nuevo Día que vivimos.

Annabel, con sus relatos de eternidad y meditación, íntimos y a la vez trascendentes, cósmicos. Sofia, con su identidad y voz propia, ser de fusión, tropical, mesiterránea. Ambas tan occidentales, tan de Siglo XXI, y a la vez tan orientales, reverentes, atemporales.

La meditación, el vegetarianismo, la idea de nuevos seres, devas, mundos creados, allende al miedo que reconocemos, hacia la luz que percibimos, se hicieron naturales con estas dos autoras, llevados de la mano del diálogo con José Luis Rodríguez Pittí, a la lumbre de la galería ideal, que es La Novena.

Como dijeron Ariel Barría Alvarado, Salvador Medina Barahona, David Róbinson, Alexander Zánches, Isolda De León, Gloria Melania Rodríguez y todos los allí presentes, hemos encontrado el germen de un discurso en escritoras que entre ambas no llegan al medio siglo, una búsqueda interna y rudimentos que hacen de ellas dos buenos exponentes de lo que buscamos los escritores en este Nuevo Día. Y no sólo los escritores, sino los artistas y gente sensible.

El Vino y la Desnudez del Alma me hizo ver el espíritu de Baudelaire rondando en La Novena... Asimismo Hesse y Eliade.

3.11.07

LUPITA QUIRÓS ATHANASIADIS Y LA NUEVA CUENTÍSTICA DE PANAMÁ

Por Enrique Jaramillo Levi

Palabras pronunciadas en el acto de presentación del libro "No se lo cuentes a nadie", de Lupita Quirós Athanasiadis, el 12 de octubre de 2007, en el salón de actos del edificio Ocean Park, en Punta Pacífica.

I

La nueva cuentística panameña —me refiero al conjunto de libros de cuentos que un gran número de autores publican, individualmente y por primera vez en Panamá, entre 1990 y 2007— no ha sido estudiada hasta el momento como lo merece tan interesante, y además sorprendentemente copiosa, producción literaria. Por supuesto, no todos los libros publicados en esos 17 años tienen iguales méritos. Pero no vacilo en afirmar que más del 80% son en verdad libros de muy buen nivel literario. Además, es importante señalar que mientras se escenifica este fenómeno —nunca antes en la historia literaria panameña habían escrito al mismo tiempo tantos buenos autores, incluidos los poetas y novelistas—, algunos distinguidos cuentistas, poetas y novelistas de generaciones anteriores continúan produciendo.

Se trata en realidad de escritores de muy diversas edades, experiencia escritural y tendencias estéticas, quienes se inician en el cuento como una forma de auscultar la realidad e internarse por los senderos de la imaginación con una voz propia y evidente talento. Hay que aclarar, sin embargo, que si bien en términos generales suele considerarse que no es hasta que un creador publica su primer libro cuando se le considera un escritor en propiedad, muchos empiezan a escribir años antes de publicar ese inicial fruto literario (colección de cuentos), o bien lo hacen tímidamente primero con algún texto en revistas o periódicos. Hablamos de una sorprendente gama amplísima de autores cuyas edades oscilan entre los 91 años (Eudoro Silvera , nacido en 1916, y Manuelita Alemán, quien firma “Madelag”, nacida en1920, son los de mayor edad) y los 23 (Annabel Miguelana, de 1984, además de Gloria Melania Rodríguez, de 1981, las más jóvenes con libro publicado).

Para sólo mencionar algunos nombres, de edades muy diversas entre sí, habría que comenzar por los 21 sobresalientes autores antologados por la Profesora Fulvia Morales de Castillo en su reciente libro de texto Cuento que te quiero cuento (9 Signos Grupo editorial, 2007): Annabel Miguelena, Roberto Pérez-Franco, Gloria Melania Rodríguez, Carlos Oriel Wynter Melo, Melanie Taylor, Eduardo Soto, Aida Judith González Castrellón, Ariel Barría Alvarado, Yolanda J. Hackshaw, José Luis Rodríguez Pittí, Lupita Quirós Athanasiadis, Héctor M. Collado, Érika Harris, Bolívar Aparicio, Marisín Reina, Leadimiro González, Isabel Herrera de Taylor, Francisco J. Berguido, Francys de Skogsberg, Rodolfo de Gracia y Luigi Lescure. En sus cuentos, todos estos creadores hacen gala de historias interesantes y de un oficio cultivado. Sus respectivos estilos, así como su visión de mundo, transmiten al lector conocimientos e imaginación mediante su innegable talento artístico.

Otros buenos cuentistas panameños —algunos realmente excelentes— que publican su primer libro entre 1990 y 2007, son: Consuelo Tomás, Allen Patiño, Félix Armando Quirós Tejeira, Rogelio Guerra Ávila, Rafael Alexis Álvarez, Beatriz Valdés, Pedro Luis Prados, Carlos E. Fong, Cáncer Ortega Santizo (q.e.p.d.), Jorge Thomas (seudónimo de Juan David Morgan), Ramón Fonseca Mora, Mauro Zúñiga Araúz, Marisín González, Isis Tejeira y Klenya Morales, entre otros. Unos sin duda más experimentados o más fecundos en su producción que otros. Todos dueños de una conciencia plena de su oficio y responsabilidad como escritores que dignifican con su obra las letras nacionales.

Y todavía hay más nuevos cuentistas de talento, en este caso egresados del Diplomado en Creación Literaria 2004, fructífera iniciativa que se imparte desde 2001 en la Universidad Tecnológica de Panamá, quienes aparecen en el libro colectivo Soñar despiertos (2006). Y aún otros cuentistas más, que también formaron parte de dicho Diplomado pero en su versión 2006, quienes se agrupan en un segundo volumen colectivo muy reciente: Letras cómplices (2007). Asimismo, acaban de publicarse libros de cuatro nuevos y muy prometedores cuentistas panameños: Lejanos parientes indecentes, de A. Morales Cruz; Pecados con tu nombre, de Luigi Lescure, Realidades y otras fantasías, de Victoria Jiménez Vélez y La búsqueda, el libro más reciente (aún sin presentar), de Alberto Cabredo. Este panorama reseña muy someramente la impresionante variedad de cuentistas aparecidos en los últimos años. Y es necesario resaltar que un número significativo de dichos autores son mujeres.


II

Si te contara… (2004) y ahora No se lo cuentes a nadie (2007), junto con la novela corta La viuda de la casa grande (2005), son los títulos de los tres libros publicados hasta el momento por Lupita Quirós Athanasiadis. La aparición de sus cuentos en las letras nacionales ha sido, junto con la de los de Isabel Herrera de Taylor, quien lleva publicadas dos colecciones de cuentos —La mujer en el jardín y otras impredecibles mujeres (2005) y Esta cotidiana vida (2007)—, de las más importantes adquisiciones de la bibliografía narrativa panameña en los últimos tres años. Egresadas ambas del Diplomado en Creación Literaria 2003 de la U.T.P., y llegadas a la Literatura a edad madura, su aporte al género cuento, cada quien a su manera, ha enriquecido considerablemente las opciones femeninas de auscultación de la realidad, mediante nuevas variantes temáticas y estilísticas que bien merecen ser estudiadas a fondo.

Sin embargo, esta noche celebramos la aparición de No se lo cuentes a nadie, la segunda colección de cuentos de Lupita Quirós Athanasiadis. Y en esta obra centraré mis principales reflexiones. Pero antes debo recordar que cuando apareció su primer libro, Si te contara…, dije emocionado lo siguiente: “Los cuentos que integran esta obra (…) gozan del difícil mérito de incursionar con acierto en temas muy diversos entre sí, mediante variadas técnicas de narrar, algunas de las cuales tienen un singular vuelo poético; todo lo cual hace de este libro un auténtico deleite para cualquier lector sensible y vivaz. Pocas son en verdad las obras que inician la carrera literaria de alguien con tan prometedores augurios.” Y es que ese primer libro está integrado por 30 cuentos en los que la experiencia y la imaginación intercambian lugares, impidiéndonos distinguirlos o separarlos en la escritura; en donde el ingenio y la picardía son el resultado de un singular control de quien narra con conocimiento de causa, pero incitando el interés del lector y reteniendo alguna sorpresa inédita hasta el final; para los cuales a veces es la intimidad la que abreva de su propia savia revelando sus temores y conflictos, y en otras ocasiones es una anécdota más externa, mirada más bien en perspectiva, la que va revelándonos sus evoluciones hasta despojarse de secreto En esos cuentos hay poesía y hay misterio; evocación y capacidad descriptiva, universalidad en el manejo acertado de espacios y tiempos que se borran… Para mi gusto, Si te contara… es, por estas y otras muchas razones, uno de los mejores libros de cuentos publicados en Panamá en años recientes. Hizo bien su autora en reeditarlo en 2007.


III

Y sale al mundo No se lo cuentes a nadie, colección de cuentos que esta noche nos convoca. En esta oportunidad, Lupita Quirós Athanasiadis concentra su talento narrativo en sólo 16 ficciones breves. Y no es casual el uso que hago del verbo “concentrar”, ni la alusión al “talento narrativo” de la autora. Porque también en este libro ella tiene muy clara la necesidad de síntesis que caracteriza al cuento; lo útil de la elipsis en determinadas situaciones como un recurso que permite no decirlo todo sino sólo lo esencial, y más bien sugerir verdades permitiendo que el lector infiera sus propias interpretaciones del material relatado.

En ambos procedimientos hay una especie de sabiduría literaria antigua, muy bien remozada, que otorga mayor calidad en la elaboración de los textos y un más refinado placer en el arte de leer. Y entonces resulta evidente que la autora, con la experiencia acumulada, no sólo ha ido nutriéndose de nuevas e interesantes historias que contar, sino que lo fue haciendo mientras afilaba sus armas. Es decir, sus maneras de narrar, de atraparnos, de no soltarnos más hasta que cada cuento llega a su final. Esto, independientemente de si se trata de una historia abierta o cerrada; de naturaleza reflexiva o más bien orientada a la acción; realista o fantasiosa. A lo largo del libro sobresale el hecho de que esta escritora definitivamente sabe cómo contar con deleite y eficacia lo que trae entre ceja y ceja, o entre pecho y espalda. O lo que es lo mismo: a flor de piel o encajado en las más hondas raíces del alma, que de ambas formas se concibe un buen cuento y se le da un adecuado desarrollo para entonces llevarlo a feliz término.

Los tres primeros cuentos —“La paciente tendida en el diván”, “En el Óscar de la Academia” y “Nanette”— tienen como elemento central la fuerza absorbente, incontaminada de realidad, de la imaginación. En ellos, las tres protagonistas, de diversas maneras, se dejan llevar por un mundo de recuerdos, elucubraciones y figuraciones que si bien causan evidente enajenación y desasosiego, ayudan a resolver con sus aspectos positivos, con el bálsamo de compensaciones emocionales y psicológicas requeridas, los abismos de soledad, las inseguridades, las emociones no correspondidas o incluso la agresividad ejercida por otros desde el exterior. Esa indispensable imaginación —“la loca de la casa”, como solía llamarla Santa Teresa— es un ingrediente poderoso que atraviesa todo el libro en cuestión, pero que en estos tres cuentos opera como palanca de cambios sin la cual el motor de sus personajes simplemente no podría funcionar.

En “La paciente tendida en el diván”, al final la imaginación se impone por completo, se toma la plaza de la vida cotidiana y termina de darle sentido a la realidad. Podemos darle una interpretación fantástica a la incursión mitológica y legendaria en el plano real, y así estaríamos dentro de una tradición literaria perfectamente establecida y respetable; o simplemente declarar que la protagonista, desde cuya óptica el narrador omnisciente percibe la realidad, cruzó finalmente el umbral sutil que separa cordura de demencia, para entrar a un mundo más idílico y compasivo. Las dos opciones son válidas.

En cambio, “En el Oscar de la Academia” es un relato en el que el mecanismo de compensación del histrionismo, de la actuación, propio del oficio de actriz cinematográfica de la protagonista, engarza perfectamente en la necesidad de autoengaño que produce un dolor permanente debido a la separación que existe entre madre e hija durante mucho tiempo, incluso en el momento de máxima gloria profesional de la madre, al serle otorgado el Óscar de la Academia de Ciencias y Artes Cinematográficas de Hollywood por la mejor actuación femenina en una película. Es un texto que nos obliga a preguntarnos hasta qué punto puede realmente autoinducirse la ilusión, el simulacro, la farsa llevada a extremos por el talento histriónico de quien en su trabajo lo vive a diario, frente al vacío feroz de la ausencia del ser querido y, por tanto, frente a la total incomunicación.

“Nanette” es el cuento del temor a envejecer, del enmascaramiento de la pérdida gradual de la juventud y las ilusiones que, a nivel mental y anímico, no obstante continúan manifestándose en la protagonista. Aquí el disfraz, la peluca, el maquillaje indiscriminado, buscan por un momento retornarla a una época idílica que no sólo el tiempo, sino las circunstancias tristes de su vida, le arrebataron. Y esa otra realidad, al interiorizarse más a fondo aún con el acicate de la apariencia, la melodía súbitamente activada en una vieja cajita de música, y la repentina audiencia de un público que atisba al descorrerse los cortinajes del vecindario, permite la prolongación de la perdida realidad de esa joven bailarina de la academia que alguna vez fue o quiso ser Nanette, mientras ésta, vestida para la ocasión y con un paraguas abierto a la fantasía, empieza a dar volteretas en la calle eliminando la tristeza, sesenta años después, en la escenificación de ese pasado recuperado, ajena totalmente al tiempo.

La suerte, manejada desde un plano extraterrenal en un juego de dados entre La Vida y La Muerte, da pie en “Cara o cruz” a una historia amena en la que un hombre diagnosticado de cáncer en su pueblo decide irse a vivir una vida libérrima a México, en donde va gastando sus ahorros sin la meticulosidad de su vida rutinaria de antes, pero con generosidad hacia el futuro de dos preciosas mellizas adolescentes con quienes comparte sexualidad y dinero. Un cuento en el que el deseo de vivir bien los últimos meses va de la mano con el acertado manejo del humor y la facilidad de narrar escenas difíciles, hasta desembocar en un desenlace poco previsible pero sin duda grato.

“El abuelo telegrafista” es un cuento en que, con ternura y afán genuino de recuperación de los hábitos y costumbres de otras épocas, se recrea al personaje de ese anciano desde la óptica de uno de sus nietos, unidos ambos por un hilo afectivo fuerte que tiene como pivote la complicidad y el cariño. La manera en que la autora va reconstruyendo la historia resulta sin duda entrañable, una parte desde los diálogos recordados por el nieto entre éste y el abuelo, y otra a manera de narración reconstruida de lo que sobre él decían varios colegas telegrafistas y el resto de la familia, misma que al final lo abandona en un asilo, aquejado de varias enfermedades terminales. Es importante en este relato el aprendizaje relativo a detalles específicos del oficio telegráfico que a temprana edad hace el narrador. Porque al final ocurre un episodio en el que a través de la clave Morse que el abuelo le había enseñado al nieto, éste descifra la clave que desde el más allá le brinda el abuelo, y que le dará acceso a su patrimonio.

“La cerca del alambre de púas” es un cuento realista, y sin embargo perneado por la nostalgia y el idealismo propio de no pocos de los cuentos de Lupita Quirós Athanasiadis. A través de la vieja técnica del flashback, el narrador omnisciente de esta historia rememora desde un viaje en tren la estancia en la cárcel de la protagonista a causa de involucrarse en un negocio de drogas inducida por su atractivo amante, su salida y unión a otro hombre que la desilusiona y su regreso voluntario al punto de origen en otras condiciones. Una secuencia muy bien llevada, un destino que se cierra sobre sí mismo con la sencillez que sólo permite la elocuencia literaria.

Tanto en esta obra que comento, como en Si te contara…, su libro anterior, las fotografías antiguas examinadas por ojos contemporáneos, descifradas a la luz del recuerdo, de la experiencia, del conocimiento y de la intuición, son piezas claves no sólo de la temática de la recuperación del pasado a través de la nostalgia, sino de la abolición del tiempo. “Con olor a gardenias”, en No se lo cuentes a nadie, es precisamente un cuento de este tenor. En él la mirada –los ojos- juega un papel preponderante, que desde el principio se anuncia. También llama la atención del lector el trasvase de una gardenia desde una fotografía antigua de la bisabuela de la protagonista-narradora, a un vaso de agua real que está en su habitación poco después de que la figura de aquella mujer se deja ver ahí entre las sombras. Asimismo, otro elemento fascinante es el diario del bisabuelo, y las sugerencias de celos e impasividad que de él se desprende cuando cuenta acerca del pavoroso incendio ocurrido en Colón, donde vivía la pareja, el 31 de marzo de 1855. Esto, y una segunda aparición de la bisabuela en la habitación de la narradora, con su antiguo vestido y pamela, quien “al darse vuelta antes de desaparecer —dice— me dirigió una mirada elocuente, señalando con el índice la cola quemada de su vestido.” Además, deja tras de sí “un inconfundible aroma de gardenias.” Sin duda, un cuento pletórico de sugerencias, fino, fascinante.

“La culpa fue del danzón” pone de manifiesto, una vez más, la capacidad de observación de la autora convertida en descripciones minuciosas, limpias, veraces, producto efectivamente de la mirada que capta y retiene, pero también de una adecuada documentación, pues lo descrito suele condimentarse con datos fehacientes, con ambientación de época. Esta es una de las características de la narrativa breve de Lupita Quirós Athanasiadis, como resultado de ser ella, sin lugar a dudas, “una mujer de mundo”, en el mejor sentido cultural y turístico de la expresión. Porque si los viajes ilustran, la cultura que de ellos deriva quien posee sensibilidad ha sabido convertirse en memoria creativa en los muchos cuentos de esta escritora ubicados en diversos sitios del planeta.

En ese contexto, esta historia ocurre en La Habana. Vilma, una periodista española que visita la ciudad, queda prendada de Aníbal, músico cubano “muy alto, negro, buen mozo”. Pero tras ser extremadamente feliz a su lado durante algunos días, pese a que es ella quien termina pagando todas las cuentas, y poco antes de que se marchen a vivir juntos a Madrid, la mujer recibe un fax de una amiga madrileña, en respuesta a uno anterior suyo en que le contaba su dicha y sus planes, que no cometeré la torpeza de explicar aquí. El desengaño es devastador, y desencadena en su ser un “brutal sentimiento de odio.” La crudeza del desenlace que se anuncia, pero que como en las tragedias griegas en realidad no vemos ocurrir en escena, no deja lugar a engaño. A mi juicio, uno de los mejores cuentos del libro.

“El viejo buzón” es un cuento muy bien llevado sobre un amor secreto entre dos personas casadas, que al final, cuando tras un bien elaborado plan deciden abandonar cada quien a su pareja y huir juntos en pos de una nueva vida en común, se frustra por una fortuita y hasta tonta treta del destino, no atribuible a ninguno de los dos. Este bien tramado relato le depara al lector dos sorpresas, una detrás de otra, casi como si hubiera dos desenlaces consecutivos; lo cual es novedoso. El primero entraña, como ya se adelantó, una fisura de la causalidad, un desafortunado accidente trivial que en su momento pareció más bien un drástico cambio en la decisión del hombre, lo cual le amarga la vida a ella, que ya ha dejado a su marido. El segundo, es un final ambiguo: puede ser real o espectral, y por tanto fantástico en su naturaleza. Dar aquí mayores explicaciones les arruinaría la novedad y la gracia de un magnífico cuento, pecado alevoso que este reseñista no está dispuesto a cometer.

La complicidad lúbrica entre un sobrino pre-adolescente y una tía guapa y sensible, es el tema de “Una tía muy especial”, relato colmado de sensualidad, delicadeza y sugerencias, pese a que ellos nunca entran en realidad en contacto físico. En cambio, “Un ladrón sentimental” es la historia de cómo un ladrón por necesidad en sus ratos de ocio, quien intenta robarle en su casa a una anciana, termina siendo el mejor prospecto a convertirse en un entrañable amigo. Esto ocurre claramente por dos razones, que en el relato se imbrican e interactúan: la anciana es sumamente amable y nada rencorosa, y se va ganando el cariño de este hombre joven; a su vez, porque ella, sin saberlo, ha curado y alimentado por un tiempo a un perro cuyo dueño resulta ser el ladrón, y que al entrar él a robar a la casa lo reconoce y al final vacila entre las dos lealtades. El hombre y la anciana terminan compartiendo algo de comer, conversando animadamente, dándose consejos, mitigando el común flagelo de la soledad; y al final todo parece indicar que serán grandes amigos. El final final, que no les cuento, es el resultado de todo lo anterior. Una historia sencilla, tierna, que algunos sin duda considerarán demasiado ingenua, pero que busca exaltar la parte positiva de la humanidad.

No he comentado cuatro de los 16 cuentos que integran No se lo cuentes a nadie. Para mi gusto, los doce reseñados convierten este libro, y el futuro literario de Lupita Quirós Athanasiadis, no sólo en un camino gozosamente transitable, sino de riguroso recorrido si hemos de comprender, y valorar, algunas de las nuevas rutas que en años recientes se han abierto a partir de una pujante y bien cimentada cuentística nacional.

26.7.07

MAGA, NÚMEROS 60-61: CRÓNICA DE UNA RESURRECCION ANUNCIADA

Palabras de Melquíades Villarreal Castillo al presentar el número 60-61 de la revista MAGA, la última de la tercera época de esta publicación de literatura panameña, el 12 de julio de 2007 en la Universidad Tecnológica de Panamá.


Cuando Ariel Barría expuso alguna vez sus consejos fundamentales para presentar un libro, habló de tantas cosas que tal vez no recuerdo, aunque una sobrevive en mí: Al presentar un libro sólo debemos decir la verdad, o por lo menos lo que para nosotros es la verdad. Creo que igual ocurre al presentar una revista, sobre todo la revista que me regaló sus páginas para que pudiera materializar en papel y tinta las ideas que existían en mi mente, una revista que hoy dice adiós a una tercera época; sin embargo, es también una revista en la cual ya se vislumbra el nuevo amanecer de una cuarta época.

Enrique Jaramillo Levi, al centro, rodeado de
algunos de los escritores que
participaron en la
presentación de la Maga, leyendo sus textos,
empezando por la izquierda: Melquiades Villareal
Castillo, Irina de Ardila, Diego Enrique Quijano
Victoria Jiménez Vélez, Gloria Melania Rodríguez,
Enrique Jaramillo Levi, la estudiante Catherine Díaz,
Ariel Barría Alvarado, José Luis Rodríguez Pittí,
Klenya Morales, Luigi Lescure y A. Morales Cruz.

Obviando las palabras de Ariel Barría, pudiera comenzar mi disertación diciendo que no existen entre las ochenta y ocho mil y tantas palabras del Diccionario de la Real Academia Española, las voces necesarias para expresar la indefinible emoción que experimento ante esta oportunidad o para hacer justicia la grandeza de este número tan singular.

Sin embargo, estoy contento por la oportunidad que se me ha brindado, alegre al ver tantas caras conocidas para rendirle tributo a David Robinson cuando señala que estos eventos tan sólo son pretextos para encontrarnos, que siento algo de tristeza, porque dentro de esta tercera época de Maga he dejado mucho de mí, de mi pensamiento, tal vez lo único que me sobreviva en el tiempo y el espacio. Por lo tanto, sé que decir y cómo lo voy a decir.

En el Editorial de esta número Enrique Jaramillo Levi, el ideólogo de este proyecto que vio la luz hace más de veinte años, aún cuando todos sabemos que los proyectos literarios de nuestro país tienen una esperanza de vida propia de alma buena, lo que quiere decir breve, nos dice: “No está de más recordar que Maga nació en enero-marzo de 1984 y continúa apareciendo hasta 1987; tuvo su segunda época de 1990 a 1993; y cómo ya se ha dicho, en 1996, empieza esta que ahora culmina. Pero no será la última. Maga reaparecerá en su cuarta época, tal vez con otro formato, acaso menos especializada únicamente en literatura (aunque siempre indefectiblemente solidaria con ella), coeditada entre una Fundación Cultural Signos reestructurada de manera más eficiente y dispuesta a realizar nuevas ambiciosas metas y la recién creada y pujante 9 Signos Grupo Editorial, S.A., que en diciembre de 2006, echamos a andar un grupo de idealistas.)

Alguna vez, escribí un artículo que nunca le he mostrado a nadie: Maga y los molinos de viento, en la cual comenzaba yo por detallar los numerosos y utópicos proyectos que se vislumbraban en los números iniciales, entre los cuales se encontraba la necesidad de crear una Asociación Nacional de Escritores, reestructurar las políticas editoriales del Estado; el incremento de los concursos literarios para estimular a nuestros escritores; en fin, crear un ambiente más favorable para el desarrollo de nuestra literatura, la cual es el producto simbiótico de la creación de textos y el surgimiento de lectores que nos los dejen en manojos de papel embadurnados de tinta. Hoy hay una Asociación Nacional de Escritores, hoy son muchos los concursos literarios en todos los géneros que eran impensables hace dos décadas; sin embargo, queda mucho por hacer: los libros tienen precios elevados y las políticas del Estado se proyectan hacia el ahorro más estricto en literatura.

Ahora bien, amigos que me escuchan, dirán ustedes que mi discurso nunca ha tenido como meta la queja ante las injusticias de las que ha sido víctima la literatura, porque la misma tiene la virtud de ser como el ave fénix al poseer la capacidad de renacer de sus propias cenizas, de conocer como diría uno de nuestros cantores de décima que: “lo contrario al fracaso es la lucha,/ está escrito en la ley de la vida,/ levantarse de cada caída,/ aunque la desilusión sea mucha.”

¡Regocijémonos, entonces con este número doble de Maga!, valoremos su contenido, advirtamos su calidad, pues sólo así, saboreando el néctar de las páginas, estamos edificando literatura; así en su primera parte advertimos textos expuestos en el Primer Encuentro Nacional de Escritores, Críticos y Lectores, donde encontramos interesantes aportes, válidos hoy y mañana, porque están escritos con la intemporalidad de lo objetivo. Así, Irina de Ardila nos explica qué es un buen cuento, Fulvia Morales de Castillo nos hace un interesante estudio sobre los cuentos contemporáneos en Panamá, nuestra querida profesora Isis Tejeira nos habla sobre la novela Pueblos Perdidos, de su padre Gil Blas Tejeira, que cobra vigencia en el devenir histórico de nuestro pueblo que tal y cual presagiara Arnulfo Arias, tiene una historia que se repite en espiral. Asimismo, mi paisano Fredy Villarreal presenta su tesis en torno a la didáctica de la literatura panameña en la escuela, en el cual emplea el cuento como herramienta fundamental.

En la sección Miscelánea, se habla sobre el Premio "José María Sánchez", versión 2006, que este año recayó en la obra "Lejanos Parientes Indecentes" de A. Morales Cruz; además podemos disfrutar textos del cubano Rodolfo Hasler (cubano); de la mexicana Aline Paterson; Enrique Jaramillo Levi nos habla sobre la obra "Cenizas de Ángel" de Roberto Pérez Franco, podemos disfrutar también, el sabio discurso de Ariel Barría cuando recibió, por partida doble, el Premio Miró el año pasado; podemos asombrarnos con el cuento "Volar" de Silvia Fernández Risco; Lety Elvir nos presenta uno de sus polémicos textos; podemos leer también poemas de Viviane Natan, cuentos de José Luis Rodríguez Pitti, Claudio de Castro; un ejercicio de crítica literaria de Yolanda Hackshow sobre una obra del cuentista y crítico Rodolfo de Gracia; además de valiosos textos de Lidia Castillo, Fernando Burgos, Waldina Mejía, Mónica Lavin y un homenaje póstumo a dos escritores: el nicaragüense Franz Galich, quien obtuvo el Premio Centroamericano Rogelio Sinán con su novela "Managua Salsa City" y Mireya Hernández, cuya vida se extinguió días después de obtener el Premio Miró.

La sección siguiente también está llena de emotividad, rasgo fundamental de la buena literatura, cuya misión primordial consiste en producir emociones. Esta sección, llamada Nuevos cuentistas panameños, título sencillo y complicado, aparentemente ingenuo y profundamente sugestivo, contempla un estudio de Enrique Jaramillo Levi y cuentos de Victoria Jiménez Vélez, Diego Enrique Quijano, Gina Stanziola, Klenya Morales, Mady Miranda, Rosalía Morán Tejeira, Dennis Smith, Lili Mendoza, Vanni Arrocha, Sabúl Hernández, Lissete Lanuza, Alejandra Jaramillo Delgadillo y Minerva de Jované.

Dijimos ya que este número es doble y doble es también la cantidad y calidad de textos presentes, así tenemos premios a la promesa literaria, donde encontramos textos novísimos que presagian lo que será nuestra literatura después de la tercera época de Maga. Textos de Luigi Lescure y Lupita Quirós ganadores del Premio Cuento Facultad de Ciencias y Tecnología UTP, acompañados de cuentos de Mady Miranda e Isabel Herrera de Taylor.

La siguiente sección recoge algunas opiniones fundamentales que se vertieron con motivo de un homenaje in vita que se le rindió al escritor Enrique Jaramillo Levi, donde se destacan mensajes leídos en el evento, de reconocidos escritores tales como Francisco I. Berguido, Jorge Ávalos, Vivian Nathan, Fernando Burgos e Irina de Ardila. Aunque, generalmente, en nuestro país los homenajes se tornan en sinónimo de visitas inmediatas a los dominios de San Pedro, porque existe cierta incapacidad para reconocer en vida de las personas el mérito de sus obras; en esta ocasión los forjadores hicieron un acto de justicia y reconocen los valores de una persona que aún tiene mucho que dar al desarrollo de nuestra literatura.

Hay dentro de esta revista una sección dedicada al premio Maga de Cuento Breve, en el cual resultó ganador Carlos Fong. Sin embargo, la calidad del género es de tal magnitud que se incluyeron otros minicuentos participantes, obras de Lupita Quirós, Benjamín Ramón, A. Morales C., Hjalmar Jones.

Como es tradición dentro de esta revista, se incluye la sección reseñas, en la cual se comentan algunos de los libros que van enriqueciendo nuestra bibliografía nacional. Eduardo Hurtado nos comenta la obra "Impresiones y certezas" de Irina Ardila; Agustín del Rosario, "El círculo, la grieta" de Morales Cruz; Catherine Díaz, "Esperanza o realidad" de este servidor, Rick McCallister, "Peritas en Luna" de Leti Elvir y José Luis Rodríguez Pittí "Cenizas de Ángel" de Roberto Pérez Franco. Así, pues llegamos a otro de los aspectos fundamentales de Maga, no sólo incentivar la producción, sino motivar la lectura a través de la crítica, la cual es entendida por George Steiner como un pacto de amor entre el crítico y la obra leída; el producto de ese amor, al llegar al lector potencial lo motiva a realizar la lectura que es lo que en última instancia persigue el ejercicio crítico.

La última sección, titulada Papeles de la Maga, contiene interesantes documentos, entre los que se destacan que el reconocido escritor Juan Antonio Gómez obtuvo el premio de novela corta Ramón H. Jurado; las palabras de Jaramillo Levi en nombre de la Asociación de Escritores de Panamá; además se comenta el nacimiento de 9 Signos Grupo Editorial, prometeica agrupación que se ha propuesto la titánica tarea de dar a conocer nuestra literatura a través de publicaciones de obras literarias. Tenemos también las palabras de Jaramillo Levi en la presentación de la obra "Soñar despiertos" y el discurso pronunciado por Diego Enrique Quijano Durán en el acto de graduación del Diplomado en Creación Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá.

Amigos que me escuchan, hemos hecho un recorrido por la cantidad de información que Maga nos ofrece en esta ocasión. Como podemos ver es un contenido amplio, de temas muy variados, que evidencian lo que una revista cultural miscelánea, pudo llegar a ser y que sirve como punto de partida para vislumbrar lo que será en su cuarta época.

Los amantes de las letras en nuestro país debemos sentirnos felices; pues aunque tal vez un día el tiempo de la literatura de nuestro país se mida en un periodo antes de Maga y otro período después de Maga, estimamos que queda mucho por hacer. Estos veintitrés años de una revista literaria en Panamá, son el producto de una mente confiada en el devenir cultural de nuestro país. La mente de un hombre que en los próximos meses se acogerá a su jubilación (periodo en que por fin podrá dedicarse a tiempo completo al ejercicio de sus pasiones literarias); un hombre que como todo lo que es de carne y hueso resulta perecedero (cosa que esperamos que esté tan lejana en el tiempo como sea posible); un hombre que ha dado un ejemplo de lucha, un ejemplo de fe, que ha legado a las presentes y futuras generaciones un infinito conjunto de paradigmas que un Panamá amante de la literatura debe saber continuar, para que este hombre no tenga que repetir con la amargura de Bolívar, su tristemente célebre: “He arado en el mar.” Felicidades Enrique, por tu jubilación y por tu obra. Salud por Maga, que ya a su casi un cuarto de siglo de vida, ha logrado autonomía y estoy seguro que te sobrevivirá de manera independiente en el mañana que está por llegar.

18.7.07

"ELEGÍA CONTRA LA MUERTE" POR MOISÉS PASCUAL

A Ignacio Ortega Santizo, in memorian

Quizás yo no tenga derecho a escribir palabras sobre tu epitafio, poeta. Tu muerte no será noticia en CNN ni en la BBC. Las astrólogas ya sabían de tu final y callaron. No hay piedra para tanto adiós anticipadoKancer Ortega. El mundo está hecho de pirámides y pájaros, de sangre y abrazos. Estuve en tu casa como en la mía una tarde y una noche. No sé. El Vich pintaba soles negros y Miriam estaba en Brasil. Brasil huele a sudor y café. A esclavitud y lujo. Y yo me quedé solo en medio de los libros, los tambores y las campanas. Los otros estaban en sus escondrijos bajo las sombras cuidando a sus críos. Era tarde y no me fui. Me quedé, esperando la orden de ir a otro mundo. Palmieri tocaba el piano como un ángel sin isla. Olía a madera y viento. A poemas de viejos amores entre trampas. No sé. Imagino, escribo. La botella estaba más abajo de la mitad, pero yo seguía en las nubes. No había agua en el caserón y todos hablábamos de hacer una revolución en el lugar. ¿Recuerdas? No importa memorizar días de fiestas. Quizá ya basten y sobren el polvo y sus desiertos, donde el viento canta. Tú no tienes tumba en esta tierra. El universo es un mapa de mundos nuevos, calles azules por descubrir en las telarañas de los cometas y las lunas sin nombrar. Nos hundimos en un hoyo oscuro como casa de ratón. No es nada nuevo. Siempre hablamos de lo mismo, entre risas y velas encendidas. Te parecías a Cortázar en París. Me niego a aceptar que la vida es solo un paisaje de rosas y escombros. Somos campeones de boxeo y también poetas. Qué de golpes la vida, para vencer en el último asalto. Las cenizas no alcanzan para medir las rebeldías del amor. Si la vida no gana somos eternos perdedores. Tú lo sabes. No soy quién para tanto entusiasmo de vivir y morir en un solo verbo. Eres esa guitarra sonriente en la ventana de los hoteles de madera. La lluvia y su fertilidad. Un puño en los balcones rotos de la alegría. Una bandera roja en el azul del cielo, en la claridad de un noviembre bailando entre trompetas y banderas de plástico. La queja del indio, el negro y la mujer. La risa del niño, las manos abiertas del vagabundo sin tren. La mariposa y el árbol, moribundos, en el parque. O quizá, sin saberlo, eras un ángel empuñando tu espada de amor y fuego. Una metralla de adjetivos alegres. Nunca se sabrá, si el mundo es ingrato, donde más valen las cosas que los besos sin dientes. Las tristes miradas, las esperas. Los poetas, como tú bien sabes, porque eso solo lo saben los poetas, vamos del amor al olvido en la rumba en una noche. Parecemos santos y hierbas. Huelen a incienso. Breve estadía de frutas dulces, efímeros veranos, sexo y ron. Somos de esos espíritus errantes que cien años después serán –seremos- rescatados del polvo mientras le cantamos a la vida y al amor junto a la luz de las alcobas y los vinos. Alguien siempre nos recordará, de un modo más feliz. Cierto. No puedo exigir nada, de mis propias locuras. Confieso que yo también por amor a vivir he sido suicida en las penumbras de un siglo de muerte y gloria. Virus incurables. Letras de uranio y humo. Hoy soy uno más de esos poetas que escribe contra la muerte. Uno más. Otro. Los poetas somos así, débiles y desvergonzados. Sublimes y útiles. Fáciles de amar y odiar. Y la muerte siempre es un buen tema, para hacer dinero y fama. Perdone usted señora, no es nada personal, pero debo y quiero, nombrarla y maldecirla. Es un honor, lo sé. Le temo, pero la odio. Sepa que no lo hago con rabia, la rabia es apenas una espuma de canes, una venganza de dioses muertos. Esto es mucho más, algo que está mucho más adentro que la simple rabia. No tiene piel no tiene huesos. No tiene límites. Es algo que va por dentro sin poder nombrarla en francés o inglés, portugués o sueco. Como una mujer o el viento. Esto es el colmo, diría usted. Algo así como un existencialismo posmoderno. Una utopía sin tácticas. No me jodan, ya sé que las terminologías pueden ser caprichosas. Ser marciano, marxista o anarquista. Ser hippie o del barrio, esperando un amor en la esquina que va a la tienda por canela para la avena. Llevar heridas hondas y no morir. No me importa. Sobrevivo a mil rayos. A todas las resacas. Que yo sepa, no existe sobre la tierra poeta que en tiempo alguno no haya escrito algo contra tan inverosímil animal. Vistas las cosas, así, la muerte es un mito más, otro, un FMI, o un minotauro que persigue Icaros alados que vuelan al sol. El sol es luz y es vida, aunque a veces también quema. Me pregunto, casi a diario, y en silencio, para que mis pensamientos no sean escuchados por los ignorantes y los idólatras, mis enemigos, si dios existe, y creo que debe existir, no me preguntes cómo, si existe, por qué dios permite tan impunemente que la muerte se burle de la vida y sus injusticias. ¿No es eso una derrota? ¿Una contradicción teológica? ¿Un loco vacío? ¿Un ir en vano? ¿Un dejar solo el paraíso, sin Eva? Creo que ya es tiempo, desde hace mucho quería decirlo, que dios sepa que laKancer Ortega muerte es una inutilidad de la materia. Polvo intrascendente. Una hipótesis. Buen oficio es ser enfermera de hospitales o curar heridas en el trópico del Tercer Mundo. Una locura sin ataduras. ¿Paradigma? Nada. Nada. ¡Váyanse al diablo! Sepa que la materia no se crea ni se destruye sino que se transforma, como nos enseñaron en el bachillerato. Somos átomos, poeta. Partículas que hacen un todo. Amebas bajo el microscopio. Hermosos dinosaurios caminando en la llanura. Energía de ríos crecidos. Nervios. Huesos. Carne de amores que se tocan. Paladares. Pieles lejanas. Cenizas que aman entre las cenizas. Retículos entretejidos como colchas de ancianas. Sí. Eso, ni más ni menos. Creo que la primera vez que vi a Cáncer Ortega en 1970 y algo, sobre un escenario, era más hermoso que un dios griego, yo era un niño con los ojos grandes, un arquero sin flechas, y pensé que aquel hombre joven era dios, pero con afro. No puede ser, me dije. Dios no puede ser así. Era un coro de planetas en colisión. Una cosa como un big bang, musical. Un ser de otro mundo que cantaba y era humano. No sé. Fuerza, convicción, entusiasmo, protesta contra un mundo muy bajo y una patria muy boba, un mundo robado, un país muerto. Un inclaudicable demonio de amor y verdad. Manoteaba como San Agustín. Como Marx, pero sin ser judío. Yo quiero ser así, yo, me dije. Entero. Un todo. Quiero ser yo, sin teatros. Permítanme, gozar esta vida y sufrir esta muerte, a mi manera. Si fuera pianista tocaría el piano, y si fuera pintor pintaría de colores nuevos todos los muros del mundo hasta borrarlos. Pero solo soy poeta. Pobre poeta. Sepan, pues, que soy este poeta que se queda solitario en la otra orilla del mundo incierto, sin derechos de constituciones absurdas. Poeta sin carro ni ataúd. Atrapado entre cuatro paredes. Todavía hoy no lloro ni doy el grito, confieso, ese que se esconde en algún lugar del corazón como una escalera de naipes, pero ya me llegará la hora del gran alarido. Estoy en eso. Escribo, hoy, el cielo se ha puesto negro, y pronto sé que va a llover, o si no mañana en la mañana, en la piel del rocío. En la noche mientras cierro los ojos. Lloverá, lo sé. ¿Para qué llorar, pues? Si ya la vida y sus elementos lo hacen todos los días y los domingos. Pido perdón por ello y no de rodillas. Por otra parte, es estúpido o absurdo pensar que se pueda derrotar a la muerte con unos versos libres. No es que tenga nada contra la muerte, pero por qué siempre se lleva a mis amigos. Por qué mejor no llevarse a los que todo lo tienen y ya son felices desde la antigüedad, si ya tienen el gozo de vivir. Entonces, si entiendo la vida, por qué maldecirla me digo, si ella paciente realiza su oscuro trabajo de tiempo. No tengo excusas aunque me cabree con la muerte y ella tenga sus metafísicas razones. Hoy soy uno de esos humanos que tarde dice adiós cuando ya el fuego no existe. Adiós, mañana o nunca. La vida puede ser un viaje en ferrocarril hacia la nada o un retorno a la memoria en un triciclo sin piel o caminando. La infancia es el más hermoso de los jardines. La verdad, no sé qué decir cuando tendría un millón de cosas que decir. Quizá la muerte es un puñado de cenizas en la boca. Una ceguera. Es como si de pronto todas las palabras se hubieran ido de este mundo, lejos, a esos países que todavía no existen, así, como esas olas que poco a poco se alejan al mar y te dejan en la playa en solitario mirando que lejos muy lejos hay una isla que es como un sueño detrás de la niebla, un espejo de la vida, una imborrable memoria de pasos sobre las arenas del mundo. Divago. Piso tierra firme. Voy mirando hacia atrás, en el autobús hacia Managua, a pan y agua, feliz y con miedo, es diciembre, 1989, con unas infinitas ganas de llegar, como un marinero a puerto, ebrio de alegría, sin arpón, y luego Cáncer canta con su guitarra de palo, me da valor, miro árbol a árbol, ciudad a ciudad, miro que la tierra tiene ojos como lagos, lágrimas como niños, y sólo así entiendo que solo esta voluntad de amar y entregarse puede transformar en luz este mundo de sombras, hasta que al fin algo calla mi boca de sorpresas, cruzando las fronteras, porque al fin hemos llegado a la otra vida. La ciudad está hecha de abrazos, de hermanos, luces, gente que te recibe con puños abiertos, hermosos corazones que saltan como chispas, llenos de agua y flores. Amaneceres que lentamente cierran las heridas del dolor, ríos que van al mar con la sapiencia de un terrestre deber cumplido. Volcanes de fuego. Patrias sin cifras. Una insurrección de ángeles desnudos con las armas del amor y los sueños. Me abrazo al sueño, como un escarabajo. Escupo gobiernos. Quemo ciudades. Siembro árboles de luz verde. Esto no es un show, mira,Kancer Ortega un pacto de intereses comunes, mira, una guerra de pillajes. Siente. Es simplemente un adiós a un amigo. Encendemos un pito entre ojos prohibidos y pasa por el cielo de Centroamérica Chuchú en su aeroplano sin tirar bombas. No está muerto. Los poetas nunca mueren. Palabras, palabras como esas con que los poetas a veces golpean a la vida contra la muerte y sus pobres lágrimas. Eso. No hay otra forma. Sólo otras formas como nubes y libros de reminiscencias. Nostalgias para después. Respiro, respiro, por ti. Respiramos y seguimos. Estamos aquí. El tiempo se ha detenido entre las olas y las palmeras. Huele a coco el mundo. Sé que nunca te harán en la plaza una estatua sobre tu verde caballo, pero aun, lo sé, y sépase, serás, espada de justicia y amor, la canción de nosotros los pobres de la tierra. Los que sin pan cantamos. Los que amamos todos los amores. Los de abajo, los descalzos, los del barro y el maíz. El viento que azota como un huracán. Los que esperamos a golpes de tambor entrar a la vida en los corazones abiertos como puertas de nidos que serán pájaros. Porque, sí, tú lo sabes, sí, la libertad no podrá ser derrotada ni por la muerte ni por los hombres. Nada hay más allá del amor. No hay sombras. Hay un hambre en el mundo que se llenará de ti y de todo el amor de todos los poetas del mundo. Y sin oír tu voz ya escucho que el reino de los cielos está aquí en la tierra. Aquí. Aquí en donde estás con tus voces de seguir vivo y coleando, con tu grotesca voz de Goya y sus disparates, dibujando rostros y hermosas formas de mujer con alas.Entonces, penetrando el misterio como una vulva, de miel, vamos de las tinieblas hacia la luz, sabiendo que después del tercer día tú también serás vida más allá de la muerte y su decir, y que la música lo envolverá todo como un cuerpo en el primer día del mundo oscuro triste y sin alas, y que sonriente hoy la muerte también estará llorando, mientras tu voz gira y gira sin cesar en un nunca acabar de 33 revoluciones por minuto. No sé. Imagino. Escribo. Y es como vivir. Un piano toca himnos en silencio, comandante, hermano, amigo. El tiempo pasa y se queda, girando, en órbita, y todo tiene el color de las sonrisas en las paredes pintadas como amorosos bisontes rupestres. Mangos y azucenas. Nadie, nada, pregunta por ahí, sólo busca, huye, regresa, encuentra, nadie podrá arrebatarnos eso que llevamos de verdad por dentro y para siempre, poeta. Es así. Imagino. Otros mundos. Mañana al alba una luz encenderá nuestros corazones hasta arder por una vida nueva como ayer tu canción profetizó el amor desde el fondo del hombre, esta nuestra elegía contra la muerte. Entonces no será necesario morir, si ya cenizas somos, si polvo fuimos, si piedras hay para la historia con los puños cerrados, y sólo amar, amar, bastará, aquello que desde siempre fue amado sin olvidos, más hoy cuando duelen las palabra y son lanzas en el costado.

17 / julio / 2007

3.7.07

INTERVENCIÓN DE PACO MORENO EN EL “CAFÉ LITERARIO” DE JULIO DE LA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DE PANAMÁ

Agradezco esta invitación que los escritores nos hacen esta noche a tres lectores. Yo me siento como se sentiría un soldado raso a quien le permitieran un día entrar al club de oficiales (y perdonen este símil gorilesco).

Edilberto González Trejos, organizador de los cafés literarios de la Asociación de Escritores de Panamá, nos propuso a Cecilia Salas, a Adviel Centeno y a mí contestar a tres preguntas.

¿Qué espera el lector del escritor?

Así como los oficiales no deben olvidar que fueron y son soldados antes que oficiales, así también ustedes los escritores no deben olvidar que fueron y son lectores antes que escritores; que fueron monaguillos antes que sacerdotes de esta religión llamada Literatura. Si no olvidan esto, no tendrán necesidad de preguntarnos a los lectores lo que espera el lector del escritor, porque obtendrán la respuesta preguntándoselo a ustedes mismos.

La Literatura es un arte y el arte es comunicación.

Hay escritores narcisistas que dicen escribir para sí mismos y que si no los entienden los lectores es problema de los lectores y no de ellos.

Hay escritores elitistas que se sienten muy felices escribiendo para unos cuantos intelectuales que dicen entenderlos y que son generalmente los que otorgan premios y echan flores en publicaciones especializadas.

También hay quienes se esfuerzan en escribir lo más sencillamente posible tratando de llegar a la mayor cantidad de lectores.

¿Quién creen ustedes que tiene más mérito, el educador que sabe mucho, pero tiene dificultad para enseñar lo que sabe o el que tiene la habilidad de explicar lo poco que sabe de forma que todos lo entiendan? Yo creo que, así como el objeto de los educadores son los alumnos, el objeto de los escritores son los lectores y, por lo tanto, un escritor que no sepa o que no quiera llegar a los lectores, no vale gran cosa.

Lo que este lector espera de los escritores es que se hagan entender lo mejor posible. Después, que confíen en su talento y se olviden de imitaciones.

Las otras dos preguntas son:

¿Conoce el lector a los escritores nacionales?

¿El escritor panameño está sintonizado con las necesidades del lector?

Creo que estas dos preguntas pueden tener respuestas similares.

La mayor parte de los lectores panameños no conoce más autores nacionales que los que le obligaron a leer en la escuela. Hay quienes han tenido la mala suerte de leer un par de cosas de autores locales que no les gustaron y por eso tienen el prejuicio de que no les va a gustar nada de lo que escriben sus paisanos.

Yo he sentido la vergüenza ajena de oír decir a lectores panameños que no leen a sus compatriotas porque todos son malos. Estoy seguro de que los que dicen esto no tienen suficientes elementos de juicio para tal afirmación.

Para satisfacer las necesidades del lector panameño ustedes los escritores tienen por delante dos retos: decirles a los lectores que en su patria hay autores tan valiosos como los que nos llegan de fuera y demostrárselo. El escritor panameño no está sintonizado con sus lectores por falta de medios, porque es costoso hacerse conocer.

Esta asociación de escritores debería tener espacios en la televisión, en la radio y en los periódicos donde aparecieran en anuncios cortos e impactantes autores nuestros diciendo brevemente lo que han escrito, de qué tratan sus obras y dónde pueden adquirirse. Pero no como relleno en horas muertas, sino como cuñas en los capítulos de las telenovelas o en los espectáculos deportivos.

Lo malo es que no hay ni habrá canales, emisoras o periódicos que quieran sacrificar mínimas porciones de sus valiosos espacios (si no valiosos, sí costosos) para difundir nuestra cultura sin que les paguen.

Ahí es donde debería intervenir el Estado. Si nuestro gobierno invirtiera en promover la cultura siquiera la mitad de lo que gasta en divulgar lo poco que hace, otro gallo cantaría; pero como los escritores no cierran calles y además andan cada uno por su lado, ¿qué gobierno les va a hacer caso?

20.6.07

EL OTRO LADO

Reseña
"Gato encerrado"
Enrique Jaramillo Levi
9 Signos Casa Editorial
Panamá, 2006


Por Mónica Lavín

Enrique Jaramillo Levi visita México donde vivió doce años, su segunda patria después de Panamá, o su tercera porque la república de las letras es claramente el territorio que habita desde la década del setenta, cuando fue becario en el centro Mexciano de Escritores y bajo la tutela de Juan Rulfo y Salvador Elizondo armó su primer libro de cuentos: Duplicaciones (1973) -publicado en México, España y en Estados Unidos-. Que un libro de cuentos de Jaramillo Levi se titule Gato Encerrado, como el que hoy nos reúne, es una muestra de su poder para nombrar, de su virtud para la concisión y la síntesis, de su vena poética, de su orfebrería cuentística que ha mamado la fórmula hemingwayana de economizar y sugerir. Pienso en otros títulos acertados entre sus obras como En un instante y otras eternindades, Conjuros y presagios, Para más señas, La agonía de la palabra, etc. Autor productivo, versatil e intenso cuenta que en los últimos años ha sido presa de un fervor creativo: tres libros de cuentos en un año. Viejo conocedor del oficio, ha permitido que la pasión de la alimaña se mude con él para que lo habite con más frecuencia. Aún así contínua las tareas que realiza con brío y eficiencia: la promoción, la enseñanza y la edición, la coordinación del área de Difusión Cultural de la UTP, la dirección del diplomado en Creación literaria en dicha universidad, la coordinación el Premio Rogelio Sinán para autores de centroamérica que año con año promueve dicha universidad alternando poesía y cuento, y como fundador y miembro de 9 Signos Casa Editorial que en solo un año ha publicado diez títulos tanto de cuento como de poesía, que ha logrado colocarse exitosamente en la escena librera panameña. Asombra que alterne con tanto acierto los malabares de la formación y difusión literarias, con la tarea creativa personal. Gato Encerrado es una muestra de ello.

En este volumen, el autor reúne 33 cuentos de variada extensión, en su mayor parte breves y contundentes. Pareciera que en el terreno a contrapelo del espacio y el tiempo, Jaramillo Levi caminara con la soltura de un alpinista que gusta de los escarpados, de los estrechos salientes, de las aristas y el borde de las grietas. Sabe sortear los abismos y no cede a los influjos del exceso de palabras. Su prosa es elegante, contenida, salpicada de metáforas que se atrancan en el ánimo lector y en la memoria de quien anda sediento de maneras de decir. En este volumen de cuentos se aprecia la más reciente exploración en la factura de cuentos de Jaramillo Levi; si antes navegaba en las aguas de lo fantástico ahora se oberva un realismo que puede rayar en lo crudo y en lo humorístico o atender esa constante en sus exploraciones literarias: el erotismo (o ambas). En este libro se observa también su inclinación por la veta metalieteraria, por jugar con los planos del proceso creativo y con el propio proceso; esa multiplicidad de personas que se es cuando se escribe -el autor, el narrador, los personajes-, esa variedad de espacios: el de lo narrado y desde donde se escribe, ese continuo donde los límites se han perdido y lo contado y el que cuenta se funden.

Las fronteras y su difícil delimitación, la posibilidad de cruzar de un lado al otro, sea el cuerpo, la mirada, el texto es tema presente en casi todos los cuentos de Gato encerrado. Abre el cuentario “Tiempo de arañas”, donde esa obsesión por la presencia de los arácnidos (a la manera de “La migala” de Arreola) ocupa la habitación y el espacio del sueño de donde salen, o a dónde regresan las arañas, el soñante no lo sabe. O la pieza extraordinaria que es “El aleph de la mirada” donde la mirada de él y ella son tan intensas que él al mirarla deja sus ojos en los de ella y puede mirarse alejando de ella, ella en cambio se ha quedado en los ojos de él que lo mira quedarse siendo ella. Un juego donde la literalidad de “quedarse prendido a sus ojos” es llevada a su consecuencia extrema en un juego fascinante de miradas que se pierden, divagan, penetran, permanencen.

La identidad sexual es frontera que se traspasa cuando un hombre se mira en el espejo y se ve mujer, hasta que acaba por pasar del otro lado para ser ella o él a capricho en el cuento “Otra vez el espejo”. Esta condición de doble corporalidad es elemento de seducción de su mujer quien al principio rie cuando él le pregunta: ¿tú que ves en el espejo?. El espejo como elemento que devuelve la imagen de uno mismo idéntica pero invertida; es con esa inversión con la que juega Jaramillo Levi para adentrase en la multiplicación de posibilidades con ese juego masculino, femenino que se manifiesta en la bruñida superficie del espejo que tan pronto es sólida impenetrabilidad o líquido orificio por el que se puede estar del otro lado. Como aclara el narrador “Y algunas veces, nos cuenta la Literatura -que como se sabe en el fondo nunca miente- que hay quienes entran y salen de su ámbito como Pedro por su casa, como si en ello no exitira impedimiento alguno de orden material”. Jaramillo Levi explora el otro lado de las cosas, el gato encerrado, lo misterioso para exponerlo provocándonos o haciéndonos partícipes de lo inexplicable y delicioso.

Por ello escribir sobre la escritura misma, entablar ese diálogo interno con el papel y el proceso y hacer con ello un cuento donde prevalezcan las particualridades estructurales y reveladoras del género, es también tocar el otro lado. El otro lado de la página impresa. Por eso en “Cuestión de perspectiva” el despertar de un escritor se funde con su deseo de atrapar ese preciso momento donde lo nebuloso comienza a definirse, luego acude al bar donde idea a una mujer que despierta en aquel lugar sorprendida de haberse dormido sobre la barra y deconociendo que ahora forma parte del mundo de la ficción que “permite crear todo lo que en algún sitio ignoto pugna por existir”. Metaliteratura que tan pronto es lección de escritura, imprecisión de bordes, para que lo soñado (el cuento) sea parte del sueño de alguien a la manera Borgiana, y sea una realidad más real que la propia, en una suerte de principio: la realidad del escritor es su ficción.

Si hubiera que acercarse a las obsesiones literarias de Jaramillo Levi, a sus temas recurrentes, el cuento “Otra vez el tiempo” trenzando géneros da cuenta de los espejos, los sueños y el tiempo, como temas del ensayo que escribe el personaje que opta por elaborar un cuento de cuya trama es víctima en un sólido control de los elementos narrativos. Un cuento de gran astucia donde la hibridez de géneros y el trasbase de los límites están logrados con un zurcido invisible, en un juego donde nosotros lectores somos ingredientes previstos de la trama. El tema de la escritura habita otros tantos como “El riesgo” (donde se atiende el despropósito del trabajo ante la ingratitud de la escena editorial) o Adán (donde un hombre recupera la memoria escribiendo. De alguna manera escribiéndose es.) ¿Otra vez el espejo? Esta vez la página escrita es el espejo que devuelve la imagen y el nombre. Nombrar es crear, parece insinuar Jaramillo Levi.

Los espacios de las historias de Jaramillo son propios de la ciudad, de lo cotidiano y lo íntimo que podrían ocurrir en cualquier lado. Los mundos a los que nos va llamando el autor se miran por la cerradura de una puerta, por la pupila de un ojo, por el sexo de una mujer. Su escritura tiene esa carga óptica que combina el reflejo, con el acercamiento, una especie de zoom in, y un alejamiento que nos sacude y coloca un mundo bajo una nueva perspectiva. Un mundo ancho visto con el telescopio incisivo y discreto del vouyerista. De pronto son los nombres de las calles los que remiten a un espacio geográfico específico, pero el color local no es preocupación del escritor porque sus cuentos atienden con mayor ahíncos los espacios de la mente, las ideas y su debate con el juego, la realidad real y la ficticia, el reflejo, el cuerpo. Aunque allí está Colón, la ciudad natal de Jaramillo, y el parque Andrés Bello de la ciudad de Panamá en aquel cuento de los pericos donde el personaje espera en una banca atestiguar el momento en que el parloteo, casi música, de los pericos cesará. Pero de pronto se queda dormido y al despertar el silencio lo ha cubierto todo. Las palabras con las que cierra este cuento, parecen subrayar la esencia que recorre como un hilo fino y huidizo (el mismo que sostienen entre los dedos en la foto de la portada) el conjunto de historias. Un hilo que va de una mano a otra. Ese pasar al otro lado inadvertidamente.

Le peor es nunca saber ya cuando me pasó (no cómo, eso par anada interesa), si anets o después que se marcharan los pericos; si antes o después que cesó el hermoso escándalo de su parloteo. No saber tampoco el momento ni la manera en que desapareció finalmente aquella música divina de las invisibles aves. Doble fracaso. Porque creánme, hay cosas que uno quisera saber antes de pasar al otro lado (a éste). Cosa que aprecen nimiedades; acaso obsesiones, manías, ya lo he diho antes (tal vez lo son), pero que uno debe resolver a tiempo. A resigo, si no lo logra de quedarse varado para siempre en el limbo infinito de la frustración...


Cuando uno concluye la lectura de Gato encerrado, que como permiten todos los libros de cuentos se puede leer de manera caótica y en el orden caprichoso que cada lector imponga, hay la certeza de que en este libro hay, efrectivamente, gato encerrado, que hay más de lo que aprentemente hay, como es propio del cuento, porque Jaramillo Levi nos ha provocado con la sutileza y elegancia de su prosa, con la manera en que lo cotidiano se convierte en insólito, lo ordinario en extraordinario. Así cerramos el volumen y estamos del otro lado, ha vuelto el silencio y extrañamos el parloteo de los pericos, no queríamos que cesara. Por eso volveremos al parque a sentarnos en la banca con un nuevo cuentario para dejarnos otra vez atrapar por el sonido “dulcemente sincopado” de las palabras y las historias construidas con la astucia poética del narrador eficaz que es Jaramillo Levi.

4.6.07

JAVIER ALVARADO RECIBE EL PREMIO GUSTAVO BATISTA CEDEÑO 2007

Por Edilberto "Songo" González-Trejos

Un jueves que cerraba un mes agitado, me sumergí en el Casco Antiguo, el mágico y raizal San Felipe desde las cinco y cuarenta de la tarde, acomodado en una banca de la Plaza de Francia, perseguía las nubes en el cielo con mi vista, mi espíritu se enfrentaba a las nubes cargados, a lo lejos en la selva canalera al tiempo que gente de todas partes del mundo caminaban frente a mis ojos, en esta encrucijada cósmica llamada Panamá.

Poco a poco llegó la gente al Teatro Anita Villalaz para asistir al Acto de Premiación al Poeta Javier Alvarado, ganador del Concurso de Poesía para menores de 35 años, Gustavo Batista Cedeño, en su versión 2007.

De inmediato percibí un ambiente favorable, al tiempo que intercambiaba comentarios valiosos sobre nuestra cultura e identidad, con Carlos Fong, luego llegaron queridos poetas como Moravia Ochoa, David Róbinson, Héctor Collado, Indira Moreno, Katia Chiari, Eyra Harbar , y muchos otros amigos y amigas de las letras y artes.

Poetas ganadores del Gustavo Batista Cedeño
en años anteriores, acompañan a Javier Alvarado.

Este acto a mi juicio ha sido el mejor al que he asistido en mucho tiempo, de aquéllos organizados por el INAC. Agradezco lo atinado de Carlos Fong como Maestro de Ceremonias, así como las sentidas e ilustradas palabras de Javier Alvarado, al referirse al bardo Gustavo Batista Cedeño, quien falleció a los 29 años. Javier notó la afinidad con el sentimiento de ese joven poeta muerto físicamente pero vivo a través de sus letras, la dificultad de afrontar el duro mundo "pragmático" con esa sensibilidad única y particular forma de ver la vida y el mundo. Yo pensé para mis adentros "cuántos jóvenes pierden la vida enfrentados, estrellados contra esta materialidad aparentemente implacable". El poeta Alvarado subrayó las palabras de Pedro Correa Vásquez en cuanto a los "mundos ascéticos" de los que provenía el Poeta Batista Cedeño, señalando que los poetas somos sus hermanos en el ejercicio y amor por las palabras, ese tormento y delicia particular, sin sentido para la mayoría de las personas.

El Jurado compuesto por Katia Chiari, Indira Moreno y Ezequiel Vásquez eligió esta única obra ganadora, considerando entre otras cosas, su "lenguaje explorador", así como sus características nacionales y universales.

El recital a tres voces, incluido el melódico canto de "cantalante" de la señora madre de Javier así como de Lucy Chau, nos sedujo y en conjunto con los mágicos elementos bucólicos y comarcales, marcó un inesperado encuentro con mi raíz rural, con mi propia Abuela Eugenia María "Geña" Vega Tejedor, mi Abuelo Justo Antonio Trejos Trejos, las quebradas, los duendes, las colinas, el bosque, los animales, el chivato, la tulivieja, Tío Conejo y Tío Tigre. GRACIAS JAVIER!

La Comarca del Manito vive más que nunca, nuestro corazón, el "hinterland".

Tanto fue el impacto de este Recital, que el Director del INAC, Rainier Rodriguez Ferguson, dio la orden "in situ" de que todos los 30 de cada mes en lo sucesivo se sigan celebrando estos Recitales "Gustavo Batista Cedeño", incluyentes no excluyentes. Alexander Herzfeld, Director de Artes aceptó el reto y lo esperamos con gozo.

Foto cortesía del INAC.

JAVIER ALVARADO RECIBE EL PREMIO GUSTAVO BATISTA CEDEÑO 2007

Por Edilberto "Songo" González-Trejos

Un jueves que cerraba un mes agitado, me sumergí en el Casco Antiguo, el mágico y raizal San Felipe desde las cinco y cuarenta de la tarde, acomodado en una banca de la Plaza de Francia, perseguía las nubes en el cielo con mi vista, mi espíritu se enfrentaba a las nubes cargados, a lo lejos en la selva canalera al tiempo que gente de todas partes del mundo caminaban frente a mis ojos, en esta encrucijada cósmica llamada Panamá.

Poco a poco llegó la gente al Teatro Anita Villalaz para asistir al Acto de Premiación al Poeta Javier Alvarado, ganador del Concurso de Poesía para menores de 35 años, Gustavo Batista Cedeño, en su versión 2007.

De inmediato percibí un ambiente favorable, al tiempo que intercambiaba comentarios valiosos sobre nuestra cultura e identidad, con Carlos Fong, luego llegaron queridos poetas como Moravia Ochoa, David Róbinson, Héctor Collado, Indira Moreno, Katia Chiari, Eyra Harbar , y muchos otros amigos y amigas de las letras y artes.

Poetas ganadores del Gustavo Batista Cedeño
en años anteriores, acompañan a Javier Alvarado.


Este acto a mi juicio ha sido el mejor al que he asistido en mucho tiempo, de aquéllos organizados por el INAC. Agradezco lo atinado de Carlos Fong como Maestro de Ceremonias, así como las sentidas e ilustradas palabras de Javier Alvarado, al referirse al bardo Gustavo Batista Cedeño, quien falleció a los 29 años. Javier notó la afinidad con el sentimiento de ese joven poeta muerto físicamente pero vivo a través de sus letras, la dificultad de afrontar el duro mundo "pragmático" con esa sensibilidad única y particular forma de ver la vida y el mundo. Yo pensé para mis adentros "cuántos jóvenes pierden la vida enfrentados, estrellados contra esta materialidad aparentemente implacable". El poeta Alvarado subrayó las palabras de Pedro Correa Vásquez en cuanto a los "mundos ascéticos" de los que provenía el Poeta Batista Cedeño, señalando que los poetas somos sus hermanos en el ejercicio y amor por las palabras, ese tormento y delicia particular, sin sentido para la mayoría de las personas.

El Jurado compuesto por Katia Chiari, Indira Moreno y Ezequiel Vásquez eligió esta única obra ganadora, considerando entre otras cosas, su "lenguaje explorador", así como sus características nacionales y universales.

El recital a tres voces, incluido el melódico canto de "cantalante" de la señora madre de Javier así como de Lucy Chau, nos sedujo y en conjunto con los mágicos elementos bucólicos y comarcales, marcó un inesperado encuentro con mi raíz rural, con mi propia Abuela Eugenia María "Geña" Vega Tejedor, mi Abuelo Justo Antonio Trejos Trejos, las quebradas, los duendes, las colinas, el bosque, los animales, el chivato, la tulivieja, Tío Conejo y Tío Tigre. GRACIAS JAVIER!

La Comarca del Manito vive más que nunca, nuestro corazón, el "hinterland".

Tanto fue el impacto de este Recital, que el Director del INAC, Rainier Rodriguez Ferguson, dio la orden "in situ" de que todos los 30 de cada mes en lo sucesivo se sigan celebrando estos Recitales "Gustavo Batista Cedeño", incluyentes no excluyentes. Alexander Herzfeld, Director de Artes aceptó el reto y lo esperamos con gozo.

30.4.07

DE LA CALIDEZ EN UNA NOCHE HÚMEDA

Por Edilberto "Songo" González Trejos

Caminando entre piedras que exhalaban aquel particular aroma del limo, la humedad penetraba mis fosas nasales y el canto de las hojas de los árboles del Parque Omar, recién acariciadas del agua lluvia y jugueteando con el "sereno", llegué a la Iluminada Biblioteca Nacional, que se yergue como aquella casa onírica segura y seca, recurrente, dentro de una Selva Misteriosa.

Del olor de la humedad de las piedras, pasé a impregnarme de una cordialidad única, de una camaradería que no me borró la sonrisa del rostro, a pesar que no tomé vino, o sea, ésta emanaba de dentro.

En una aventura conjunta entre la UTP, 9 Signos y la Asociación de Escritores de Panamá, fui testigo de la Merecida Premiación a ALONDRA BADANO como Acreedora al Premio ROGELIO SINÁN 2007, así como a la Digna Mención de Honor de JAVIER IGNACIO MEDINA BERNAL. ENRIQUE JARAMILLO LEVI fue conciso, dando paso a ARIEL BARRÍA ALVARADO, quien capturó el espíritu de la noche, en sus sabias y sensibles palabras.

Y es que lo que vivimos el miércoles 25 de abril de 2007 fue una convivencia de Generaciones. Estaba ERNESTO "NECO" ENDARA, ENRIQUE JARAMILLO LEVI, por un lado; por otro lado, GORKA LASA, ANNABEL MIGUELENA, y en el medio ALEX MARISCAL, SALVADOR MEDINA BARAHONA, JOSE LUIS RODRÍGUEZ PITTÍ, ARIEL BARRÍA ALVARADO, JUAN GÓMEZ, asimismo hubo lectores presentes y escritores que han publicado como GLORIA MELANIA RODRÍGUEZ MOLINA, quien les escribe, MARGARITA CARBALLEDA, y algunos que nos van a sorprender pronto como LUIGI LESCURE y algunos más que si los cito, ya no sería sorpresa.

En este espíritu, anticipo con gusto la Feria del Libro que se nos viene, seguro que las actividades en conjunto de la Asocaición de Escritores y 9 Signos y todos aquellos Entes que se preocupan por la Cultura deparan un Buen Futuro a nuestra Identidad Literaria Nacional.

SINÁN: LA HUELLA DEL QUE PARTE (*)

Por Ariel Barría Alvarado (discurso pronunciado en la celebración del Día de la Escritora y el Escritor Panameño, el 25 de abril de 2007).

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No es tan inmensa mi alma

que no la puedas llevar
dentro de ti,
como en mí vive tu imagen…

-Rogelio Sinán. Canción Segunda, de su libro Onda.

Un hecho puntual nos congrega hoy en esta sala que habla de libros, que habla de conocimientos, que habla de memorias, que habla de literatura. Un día como hoy, en el año de 1902, vino al mundo, en nuestra isla de Taboga, Bernardo Domínguez Alba, a quien las letras y la posteridad habrían de bautizar para siempre como Rogelio Sinán.

Esta misma fecha es hoy la escogida para conmemorar el día de los escritores panameños, según la Ley 14 del 7 de febrero de 2001, surgida de una propuesta que en su momento realizara ese fructífero binomio que constituye la Universidad Tecnológica de Panamá y su director de difusión cultural, Enrique Jaramillo Levi.

Podría decirse que, por unanimidad, quienes nos dedicamos al cultivo de las letras, o quienes participamos de este esfuerzo en calidad de críticos o de lectores, aceptamos que Sinán nos representa, y no solo por lo que significó su incursión en las letras del Istmo, como precursor de la corriente vanguardista, sino también por el marcado éxito que tuvo al irrumpir en todos los campos de la palabra escrita, como lo muestran hoy sus trabajos publicados, y su presencia, que se mantiene viva a 13 años de su desaparición física.

Una vez escuché una anécdota sobre el teólogo, filántropo, escritor y médico alemán Albert Schweitzer, premio Nobel de la Paz 1952. Dicen que a su arribo, en abril de 1913, al África Ecuatorial, en misión humanitaria, los tambores nativos dispersaron la nueva diciendo, con evidente aprensión: “Ha llegado un brujo blanco”. Pero al morir Schweitzer, 52 años después, esos mismos tambores acompañaron el luto de los que lloraban, clamando: “Se ha ido nuestro padre”.

Cuando Sinán, a sus 27 años, presentó tímidamente aquel emblemático libro suyo llamado Onda, publicado en Roma con los auspicios de un mecenas providencial, don Manuel Roy, la crítica de entonces lo recibió con halagos, pero a la vez con cautela. No era para menos: ese “aporte juvenil y fresco” del que habló Octavio Méndez Pereira, rompía con los cánones poéticos vigentes en el país, por lo que aquel “poeta ignorado hasta ahora en nuestro medio”, como lo reconoce Demetrio Fábrega, constituía el virtual “abanderado y maestro”, en palabras de Guillermo Andreve, de un movimiento cultural del cual él era casi el único integrante en Panamá. Sin embargo, cuando acaeció su muerte, un 4 de octubre de 1994, los diarios consignaron la noticia en primera plana, en letras grandes, y los corazones de tantos de nosotros se cubrieron con luto: se nos iba Sinán, “Gloria nacional”, “El Brujo”, “El Patriarca”, o simplemente “El Maestro”.

Hoy, en efecto, Rogelio Sinán nos representa. Desde los mayores, que ven en él un significativo aporte a las letras continentales, hasta los jóvenes que se pueden identificar con esa energía y esa determinación que lo llevaron a romper de modo definitivo con los cerrados moldes de la poesía modernista en nuestro medio.

En cierta ocasión, a principios de la década de los 80, en una tertulia universitaria, un joven poeta amigo declaraba: “La mayor gloria de Sinán es haberse atrevido a apedrear las torres de la catedral modernista”; se hizo un silencio unánime entre los congregados, que solo se interrumpió cuando otra voz en el grupo dijo: “Eso es falso: Sinán no lanzaba piedras; él convocó manos dispuestas a construir, en nuestro patio, una catedral que fuese más grande y más perdurable que la de los modernistas”.

Rogelio Sinán, el más representativo de los bardos nacionales, conocía a la vez a nuestros escritores panameños, igual que conocía a los que determinaban los rumbos literarios de América, de Asia y de Europa: él había leído a Darío Herrera, a León A. Soto, a Simón Ponce Aguilera, a Ricardo Miró, a Gaspar Octavio Hernández, a Amelia Denis y a los que campeaban en el terruño nacional en aquellos recordados años 20. Junto a Enrique Ruiz Vernacci, a Manuel Roy, a Roque Javier Laurenza, a Diógenes De La Rosa, a Rodrigo Miró, a Lola Collante, a Ofelia Hooper, a Otilia Arosemena, a María Olimpia de Obaldía, a Eda Nela, a Demetrio Herrera, a Ricardo J. Bermúdez. Todos ellos son parte de esa historia literaria que aquí celebramos en esta fecha. Ellos, como si fueran el Nilo de nuestras letras, dejaron sus nutricios aluviones para robustecer las consiguientes generaciones literarias.

Por las manos, ante los ojos de Sinán, para dar sustancia a sus cursos en el Instituto Nacional, habrían de pasar los textos de los escritores más representativos en aquel inminente mediodía de siglo veinte. Después vendrían nuevos literatos, o se impulsaría la iconoclasia de otros, merced al “disparatado vanguardismo” que le criticaban las autoridades rectoras de la educación de entonces. Hacían bien tales mandos al cuidar el statu quo que juraron defender, porque bajo la bandera de Sinán habría voces que marcarían el límite a la poesía de entonces, como fue el caso de Laurenza, con su célebre conferencia del 17 de enero de 1933, titulada “Los poetas de la generación Republicana”, que subrayó el parteluz de la poética nacional.

No caben dudas: Sinán habrá repasado con sus alumnos, aquellos versos del poeta antonero Antonio Isaza, que continuaban a los suyos cuando, en su poema “Retazos de eternidad”, nos dice:

El carro de los tiempos
no cesa en la parada.
Presiento más caminos
muy corta es la jornada.

La flor, el fruto: todo.
¿Y qué será la nada?
Yo no quiero llegar,
yo quiero ir.

O los versos juguetones de Demetrio Herrera Sevillano, cuando nos pinta los balcones panameños de antes, diciendo: “Las fachadas/ curiosas/ agrúpanse en las aceras/ para mirar al que pasa”.

O bien cuando el propio Herrera Sevillano juega con imágenes boxísticas para pintar nuestra bahía capitalina, expresando: "El mar —boxeador rápido—/ tiene de punching bag/ a los barquitos inquietos."

O habrá leído para su propio deleite los poemas de Eduardo Ritter Aislán, Stella Sierra o quizás los de Esther María Osses, como por ejemplo aquel soneto en el que, desde tierras lejanas, la poeta indaga por la presencia del nombre de su país, y declara que se encuentra: “Tal vez aquí, bajo la herida tierra/ al pie del árbol Panamá se encierra/ en este grito con que yo lo nombro”.

Muchas lecturas formaron a Sinán, y entre sus páginas universales no faltó el interés por la producción local. En una entrevista que concedió a Enrique Jaramillo Levi en 1985, la misma en que declaró que “nuestras polillas son altamente intelectuales”, El Maestro se mostró conocedor de la realidad cultural del patio, y de los trabajos que hacían los escritores panameños por llevar adelante su obra.

Por eso lo imagino pasando entre sus dedos las páginas de prosa o los versos de Tristán Solarte, de Elsie Alvarado, de Guillermo Ross Zanet, de José de Jesús Martínez, de Matilde Real, de José Antonio Moncada Luna, de Víctor M. Franceschi, de Gil Blas Tejeira, de Pedro Correa, de Alfredo Cantón, de José Franco, de Ignacio de Jesús Valdés, de José María Núñez, de Moisés Castillo o de Lucas Bárcenas. Veo al Maestro repasando los títulos de Manuel Ferrer Valdés, de José María Sánchez, de Diana Morán, de Julio B. Sosa, de César Candanedo, de Mario Augusto Rodríguez, de Changmarín, de Eustorgio Chong Ruiz, de Consuelo Tomás, de César Young Núñez, de Claudio de Castro, de Mireya Hernández, de Rey Barría o de Álvaro Menéndez Franco.

¿Cuántas tardes habrá pasado Sinán al lado de su biblioteca, con un libro de Renato Ozores, de Mario Riera, de Alfredo Cantón, de José A. Cajar, de Luisita Aguilera, de Ramón H. Jurado, o de Joaquín Beleño? ¿Habrán bastado sus horas dedicadas a la lectura para escudriñar cada página de estos autores panameños? Algo me dice que sí.

Sinán tuvo una vida larga, en años y en producción, como bien lo reconoce el único premio literario de corte internacional que se convoca desde Panamá, el que lleva su nombre y que acertadamente se concede en esta misma fecha. Por eso sus días fueron suficientes para llegar a conocer a tantos otros autores de los que aún llevan adelante su misión entre nosotros: Justo Arroyo, Pedro Rivera, Jorge Laguna Navas, Rafael Pernett, Luis Carlos Jiménez Varela, Arístides Martínez, Isis Tejeira, Enrique Jaramillo Levi, Moravia Ochoa, Allen Patiño, Bertalicia Peralta, Alondra Badano, Benjamín Ramón, Manuel Orestes Nieto, Rafael Ruiloba, Raúl Leis, Moisés Pascual, José Carr, Gloria Guardia, Ernesto Endara, Rosa María Britton, Ricardo Ríos Torres, Héctor Collado, Pablo Menacho.

Todos los que tenemos la lectura como afición, casi como obligación, solemos formar pequeñas torres de Babel compuestas por cierta cantidad de libros que mientras esperan su turno para ser leídos se empinan al lado del lugar seleccionado para esta actividad: la sala, la cama, el árbol frondoso, el portal, el baño… ¿cuántos libros de autores panameños habrían integrado la torre de Sinán, en espera de ser leídos?

Seguro el Maestro se habría sentido regocijado porque ahora son tantos los jóvenes que siguen las huellas que él, junto a otros grandes, dejó marcadas. Si durante su vida la lista de autores era tan extensa que no basta una conferencia para conocerla toda, en los tiempos que lo precedieron esa lista se ha tornado más cuantiosa.

El maestro Sinán habría esbozado su sonrisa bonachona al recibir en su estudio los libros de tantos de nosotros que hemos escrito después de su partida: Jorge Cisneros, Juan Gómez, Juan David Morgan, Ramón Fonseca Mora, Berna de Burrel, Rose Marie Tapia, Javier Riba, Luis Pulido, Mauro Zúñiga, Ramón Varela, Porfirio Salazar, Erika Harris, Victoria Jiménez, Manuelita Alemán, Leoncio Obando, Katia Malo, Ramón Francisco Jurado, Alex Mariscal, Lupita Athanasiadis, Joaquín González, Javier Romero, Katia Chiari, Gloria Melania Rodríguez, Aida González, José Luis Rodríguez Pittí, Carlos Wynter, Javier Medina Bernal, Salvador Medina, Rodolfo De Gracia, Carlos Fong, David Robinson, Melanie Taylor, Isabel de Taylor, Annabel Miguelena, Edilberto González Trejos, Lil Marie Herrera, Lucy Chau.

O es posible que hubiese compartido los asombros de nuestros poetas más jóvenes, cuando dicen, con la voz de Sofía Santim,

Nosotros los del alma al aire
respiramos sobre el viento,
sobre lo que dicta la aurora,
andamos desprotegidos,
sin armaduras,
sin mentiras.
Reímos desmedidamente
y amamos sin cuerdas,
sin hilos, sin ropajes.
Llevamos el corazón
como estandarte
marchando hacia el lugar
donde caminar desnudos
no sea una insolencia.

o los de quienes cantan con versos como los de Javier Alvarado:

Hay noches en que no estamos solos
y nos acompaña la selva inexorable del papel
los últimos minutos sin consultar en la cuerda del reloj
un páramo de niebla
una musa deshojada
los mil presagios del verbo
el gran acertijo
y una llamada que desciende de las nubes.

Este es un llamado a lista parcial, porque antes de Sinán, con Sinán y después de Sinán las letras panameñas florecieron y siguen floreciendo, para hablar de nuestras alegrías, de nuestros pesares, de nuestras añoranzas.

Cuánto abonaríamos el concepto de Patria, ese término tan etéreo para algunos que lo siguen situando entre las cosas del ahora fenecido limbo, cuánto materializaríamos ese concepto si nuestros preclaros funcionarios, si esos a quienes los diarios suelen preguntar qué están leyendo, comenzaran a nombrar a un escritor panameño, a una escritora nacional, al lado de los tan citados autores de libros de autoayuda que se venden en las farmacias con cintillos de bestseller, justo al lado de las aspirinas.

Y qué buena vergüenza les harían pasar a esos que van a ferias de libros para que los vean comprando el último éxito de un santón de la nueva era o de las cuartas olas, si alguna vez les preguntaran, con cámara encendida, el nombre de tres escritores panameños vivos. A muchos de ellos, que por lo general dependen en alguna medida de la confianza de sus conciudadanos, tal vez les resulte complicado explicar por qué de repente se quedan en blanco ante lo que debe concernirles.

Son muchos los autores que aquí he mencionado, pero solo son algunos; tantos como ellos son en número los que no he mencionado, por falta de espacio, que no de gratitud.

Por eso pido que, al término de estas palabras, expresadas en nombre de la Asociación de Escritores de Panamá y dedicadas a todos los cultores y cultoras de nuestras letras, rindamos homenaje a los que mencionamos y a los que no, a los que conocemos y a los que no, a los que han escrito y a los que están escribiendo, a los que construyen la memoria nacional, y en honor al día que nos congrega, y porque sin sus letras no concebiríamos la Patria (con mayúscula) también los exhorto a que les ofrezcamos ese homenaje con una merecida ovación de pie.

Larga vida a nuestras letras, a los que las hicieron, a los que trabajan en ellas, a los que esperan su oportunidad.

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(*) Paráfrasis del poema: “Ruptura y lejanía”, en Saloma sin salomar (1969). Textual: “¡Qué triste aquella huella que en la arena/ deja el que parte y pisa el que se queda/ mientras aquí y allá muerde la pena!”