Por Edilberto "Songo" González Trejos
Los Devas trabajaban de forma rítmica, traían a la manifestación aquellas visiones profundas de nuestras meditaciones.
Ésa era mi pensamiento el día jueves 22 de noviembre, cuando vi llegar al bello público que se dio cita en La Novena, luego aparecieron ante nuestros ojos,
Annabel Miguelena y Sofia Santim
Sí, ante nuestros ojos maravillados —y de ello pueden dar fe los poetas, artistas y escriores que estaban presentes— se revelaron a sí mismas como portadoras de una estética y visión ambiciosa, nunca complaciente, una nueva forma de ver el mundo, de decodificarlo, plena prueba del Nuevo Día que vivimos.
Annabel, con sus relatos de eternidad y meditación, íntimos y a la vez trascendentes, cósmicos. Sofia, con su identidad y voz propia, ser de fusión, tropical, mesiterránea. Ambas tan occidentales, tan de Siglo XXI, y a la vez tan orientales, reverentes, atemporales.
La meditación, el vegetarianismo, la idea de nuevos seres, devas, mundos creados, allende al miedo que reconocemos, hacia la luz que percibimos, se hicieron naturales con estas dos autoras, llevados de la mano del diálogo con José Luis Rodríguez Pittí, a la lumbre de la galería ideal, que es La Novena.
Como dijeron Ariel Barría Alvarado, Salvador Medina Barahona, David Róbinson, Alexander Zánches, Isolda De León, Gloria Melania Rodríguez y todos los allí presentes, hemos encontrado el germen de un discurso en escritoras que entre ambas no llegan al medio siglo, una búsqueda interna y rudimentos que hacen de ellas dos buenos exponentes de lo que buscamos los escritores en este Nuevo Día. Y no sólo los escritores, sino los artistas y gente sensible.
—El Vino y la Desnudez del Alma me hizo ver el espíritu de Baudelaire rondando en La Novena... Asimismo Hesse y Eliade.
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