11.8.09

CRÓNICA DE UNA EXTORSIÓN: CASO DE F&G EDITORES

Por Carolina Escobar Sarti

Septiembre del 2004: F&G Editores le publica a Mardo Escobar el libro de cuentos El despertar del sueño. A partir de ello se establece entre el autor y la casa editorial, una relación fluida y cordial.

Segundo semestre del 2006: Mardo Escobar llega a F&G Editores a enseñarle al editor, Raúl Figueroa, una serie de fotos que había tomado con una cámara digital y de la cual le harían una exposición en la Corte Suprema de Justicia, ya que él trabajaba —y aún trabaja— en esa instancia, como empleado del Tribunal Cuarto de Sentencia Penal. En ese momento, Mardo autoriza a la editorial a usar una de las fotografías para la portada de Cualquier forma de morir, del salvadoreño Rafael Menjívar Ochoa. A cambio de ello se le darían ejemplares del libro y el reconocimiento a su autoría en la página legal del libro.

Noviembre del 2006: sale a luz pública el libro Cualquier forma de morir.

Diciembre del 2006 y enero del 2007: se le entregan a Mardo Escobar algunos ejemplares del libro Cualquier forma de morir, y no manifestó ningún desacuerdo con el uso de la fotografía en la portada del libro. De manera informal, posteriormente, se le entrega un par más cuando él llega a solicitarlos, sin que medie comprobante por ello.

Agosto del 2007: Mardo Escobar pone una denuncia en el Ministerio Público en contra del editor Raúl Figueroa, por violación de derechos de autor, con el argumento de que se había enterado del uso de la fotografía en la portada de Cualquier forma de morir, al comprar el libro en una librería. El acusador se olvida de que, en enero, le había firmado a F&G Editores una nota de recibo de envío por los ejemplares del libro.

Primer trimestre del 2008: en la audiencia de conciliación en el Ministerio Público, Mardo Escobar reconoce haber autorizado el uso de la fotografía verbalmente, pero como no había ningún contrato escrito, pidió en “compensación” Q72 mil.

Julio del 2009: El Ministerio Público, junto con la parte acusadora, solicitan suspender la audiencia por no estar disponible allí una prueba que ellos, aparentemente, habían enviado con anterioridad. Se recibe el testimonio del acusado, en este caso el editor, así como los testimonios de sus testigos. Mardo Escobar vuelve a admitir que había autorizado el uso de una foto, pero dijo que no había especificado de cuál se trataba. Al final, el Tribunal acuerda la continuación de la audiencia para el jueves 6 de agosto, a las 14 horas.

No defiendo a los editores per se porque, como escritora, entiendo que el negocio editorial tiene sus luces y sus sombras. Salgo en apoyo de un hombre trabajador, que se ha encargado, como pocos editores, de llevar la palabra de tantos escritores guatemaltecos por todo el territorio nacional y más allá de nuestras fronteras. Un editor con visión, que por este juicio absurdo tiene un arresto domiciliario desde finales del 2008, lo cual limita su libertad de movimiento en el país y fuera de él, ya que cada vez que se desplaza tiene que pedir permiso en un juzgado. Eso ha afectado también su vida familiar, porque sus parientes más cercanas viven fuera de Guatemala, y no ha podido visitarlas con la frecuencia acostumbrada. Por supuesto, por demás está mencionar los costos legales que este juicio ha significado y la credibilidad de una casa editorial que puede verse afectada.

Pero el absurdo más absurdo es que, en este paraíso de la impunidad y la injusticia en casos de gran envergadura, este caso liliputiense encuentre eco. Mardo Escobar, de 38 años, ni siquiera es fotógrafo de profesión, y él mismo señala que su profesión es la de “estudiante”. Él, seguramente, nunca se habría atrevido a entrar en la editorial a robar dinero, y, sin embargo, está totalmente dispuesto a demandar a que nuestro sistema de justicia lo haga por él. ¡Vaya atrevimiento el suyo!

NUEVO INFORME DE UNA INJUSTICIA: CASO F&G EDITORES

En una sala de vistas en el nivel catorce de la Torre de Tribunales, la jornada del seis de agosto de 2009 concluyó con una injusticia que raya en la desvergüenza para Guatemala. Las juezas, Rosa María López Yumán (Presidenta), Magda Elizabeth Pérez Arana (Vocal) y el juez José Gilberto Castro Linares, quienes integraron el tribunal de sentencia, emitieron un fallo condenatorio contra un hombre honrado, intachable y trabajador: Raúl Figueroa Sarti, representante de la casa editorial F&G Editores.

Las juezas y el juez de dicho tribunal, aceptaron y dieron valor probatorio a la mayor de las mentiras y de las infamias y con ello argumentó el contenido de su resolución que deriva en una injusticia. Pese a que Mardo Arturo Escobar reconoció que había entregado voluntariamente a Raúl Figueroa Sarti, una fotografía y que le había otorgado permiso verbal para usarla en una publicación, el tribunal desestimó esta aceptación y decidió condenar a Raúl Figueroa, de los delitos de que lo acusa falsamente Mardo Escobar.

Con este acto, cometido contradictoriamente en el edificio de la justicia en Guatemala, se sella el asedio y el hostigamiento a un editor que ha dedicado los últimos quince años a promover a las y los autores guatemaltecos, conocidos y no conocidos, trabajando tesoneramente para mantener la producción editorial en F&G editores. Una casa editorial por la que cada guatemalteco y guatemalteca debe sentir orgullo.

Como ha sido narrado anteriormente, la historia de este drama para las letras en Guatemala arrancó en 2006 cuando Escobar llegó a las oficinas de F&G y mostró un juego de fotos que pidió le fueran impresas. Raúl Figueroa le explicó que F&G no es una empresa impresora de fotos sino una casa editorial y que para ayudarle en la promoción de su fotografía le ofrecían utilizar una de ellas en la portada de un libro que estaba por salir de imprenta. Escobar aceptó la oferta y con ello dio su autorización para el uso de una de las dos fotos que él mismo propuso se emplearan en la portada. El crédito a su autoría en la foto está incluido en la contraportada. Además, Escobar recibió varios libros de la edición de marras, los cuales aceptó y utilizó. En su alegato, sin embargo, mintió al afirmar que supo del uso de la fotografía cuando vio el libro en una vitrina.

Las dos mentiras señaladas, tanto la forma en cómo se enteró del uso de la foto, como la de haber otorgado autorización verbal para el empleo de ésta, fueron desestimadas por las dos juezas y el juez que integraron el tribunal, pese a que ambas constan en el expediente. Prestas y presto,López Yumán, Pérez Arana y Castro Linares, decidieron favorecer a un colega. Puesto que Mardo Escobar trabaja en el juzgado Cuarto de Sentencia Penal, en la Torre de Tribunales y por lo tanto, es compañero de labores de jueces, oficiales y magistrados.

Con base en esa relación, seguramente logró amarrar vínculos, al mejor estilo de los grupos parelelos que funcionan en el sistema de justicia y si bien perdió su ambición de recibir setenta mil quetzales de indemnización, pudo mover los hilos de la ley para que Raúl Figueroa fuese sentenciado a un año de cárcel, conmutable a razón de veinticinco quetzales diarios y al pago de una multa de cincuenta mil quetzales, más las costas procesales.

Con esta sentencia, como se afirma al inicio, se cierra el primer anillo del acoso y hostigamiento contra la editorial F&G, distinguida y reconocida internacionalmente no solo por publicar constantemente a autores nacionales sino, porque ha invertido buena parte de su capital en la difusión de materiales esclarecedores de las violaciones a Derechos Humanos en Guatemala. Este acoso, que duró más de dos años entre amenazas, intervenciones telefónicas y seguimiento, encontró un asidero sistémico en la denuncia de Escobar y la condena de las juezas y el juez que se prestaron a seguir tejiendo los hilos de la impunidad con un nuevo acto de injusticia.

Toca entonces a las y los escritores en Guatemala, alzar su voz para impedir que esta injusticia se consume y apoyar a Raúl Figueroa y F&G editores a conducir las apelaciones necesarias para revertir esta monstruosidad jurídica. A la sociedad guatemalteca en general y en particular a organizaciones sociales, por justicia y derechos humanos, rechazar con energía esta atrocidad que deviene en impunidad ante quienes usan la ley para criminalizar a ciudadanas y ciudadanos honrados y la esconden cuando se trata de proteger a criminales y genocidas.

2.8.09

ESCRITORES HISPANOAMERICANOS DEL SIGLO XXI

Por José M. Vallejo

La influencia del mundo globalizado ha dejado sus huellas en la literatura hispanoamericana. La industria editorial, sobre todo la española, casi no ha permitido la generación de nuevos valores en la poesía, el cuento, la novelística o la narrativa. El negocio del libro, inmerso en el libre mercado, ha trastocado de manera cierta la inspiración de los creadores sometiéndolos, en mayoría, a la necesidad de comulgar con la continuidad del llamado boom de los años sesenta del siglo pasado, a pesar de la falta de claridad de cuando comienza y cuando termina este fenómeno literario que permitió elevar a los escritores latinoamericanos a niveles de reconocimiento mundial. Hoy la búsqueda del mercado prima sobre la calidad literaria por cuanto a las casas editoras les interesa más el “best seller” que la contundencia crítica o la apreciación social de una obra. Son pocos los profesores de literatura dedicados a la revisión de libros y los críticos e intelectuales abundan, pero se sustentan alrededor de los editores y las empresas periodísticas.

La obligación de citar al boom en la creación literaria hispanoamericana no está en discusión. Sin embargo, hoy viene a ser una etapa superada y debe ser considerada como una referencia hacia nuevas propuestas literarias. Se habló de un post-boom, nunca definido en profundidad; y también de un rompimiento o “crack,” perdido en la publicación de una variedad de obras sin la novela notable que repitiera el auge de un grupo de escritores autónomos o emancipados de la enorme proyección dada por Alejo Carpentier, Julio Cortazar, Gabriel García Márquez, Ernesto Sábato, Lezama Lima, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo; y en menor cuantía Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, este último, escritor lineal, dedicado a los “best seller” de librería con sus últimas entregas. Tal vez como continuadores del boom podría considerarse a escritores como Augusto Roa Bastos, Isabel Allende, Vicente Leñero, Laura Esquivel, Luis Sepúlveda, Manuel Puig y el accidentalmente fallecido Manuel Scorza, entre otros. De este modo, circunscritos al estricto rigor de éxitos, la escena de la literatura hispanoamericana la ha seguido ocupando el boom desde los años sesenta hasta el fin de siglo y casi en exclusividad con los mismos autores. Y aunque el predominio de esta época haya sido el realismo mágico, la especulación del mercado sin normas precisas, iniciada en la década de los ochenta con el neoliberalismo y la globalización, nos transfirió el caos vivencial mediante acontecimientos que se suceden unos a otros de forma arbitraria y violenta; y es ahí donde la misión de la literatura comienza a plantearse el inicio de un ciclo o simplemente encuentra la necesidad de establecer un orden referencial, observando cómo funciona el mundo actual que nos rodea.

En ese caos vivencial se comienzan a perder las referencias al boom latinoamericano de la literatura y la abundancia de nombres llama la atención hasta la incomunicación, entre sí, de los nuevos valores que se cotizan en la demanda cultural. Hay escritores notables mencionados apenas por la crítica comercial, y por supuesto nunca premiados por el monopolio editorial propietario de los merecimientos. Es difícil por no decir imposible ubicar a estos escritores como una generación o movimiento cultural o de género, por cuanto se requiere de un tratamiento más extenso. Un crítico literario no puede leer todos los libros –le faltaría el tiempo de su propia existencia- pero tampoco puede estar limitado a los libros que le llegan a sus manos. Ahí la necesidad de la participación de los historiadores y los profesores de literatura, además de la bibliografía que se vaya creando. Advertimos, ante todo, que en esta abundancia de escritores de finales del siglo pasado hasta nuestros días, escritores hispanoamericanos del siglo XXI, los llamo yo, existen autores precoces y otros tardíos que sin ubicarlos en un período preciso, sí debemos tener en cuenta la cronología de sus libros porque es allí en donde encontraremos sus años de formación, el ambiente de sus historias y la atmosfera respirada por ellos.
La escasa difusión de muchos de estos escritores hispanoamericanos en los años posteriores al boom significa, de repente involuntariamente, una cerrazón arbitraria frente a propuestas narrativas innovadoras. No obstante a partir de la mitad de la década de los noventa (1995) en adelante la situación empieza a cambiar debido a la percepción o existencia de un intento literario ajeno al boom donde se trazan valores morales, psíquicos, espirituales, éticos y estéticos tratando de hallar un vínculo con la postmodernidad. Para algunos el boom fue una estrategia publicitaria o acontecimiento comercial de promoción a la literatura hispanoamericana, sin embargo, significa el descubrimiento de un prodigio literario que yacía muerto, pues se desplegó un lenguaje de excepcional riqueza a partir de concepción de lo “real maravilloso” descrita por el cubano Alejo Carpentier, seguido por el “realismo mágico” predominante de García Márquez y la explotación del absurdo en Julio Cortazar. Y este mundo fantástico de la novelística del boom es, además, la recreación sin límites del barroquismo indo-americano lleno de matices criollos y vernáculos, donde se juntan los torrentes de lo grotesco, lo sublime y lo bello, ya de cierta manera literatura explotada por el premio Nobel guatemalteco Miguel Ángel Asturias o el peruano José María Arguedas. Pues fuera del éxito comercial, el boom fue una verdadera revolución de la sintaxis narrativa a fin de relatar la existencia de personajes alucinados en su propio mundo, el cosmos intelectual y el punto de vista.

Pero en un mundo en crisis permanente el caldo de cultivo de la poesía y la narración, en el siglo XXI, se nutre de la ausencia de valores históricamente aceptados como paradigmas de las sociedades. Nacen así escritores “contestarios del poder” como señaló el ensayista uruguayo Ángel Rama, ya que esta literatura abarca la lucha social contra la violencia estatal o las dictaduras, contra la guerra, contra la agresión de los medios de comunicación, contra la represión militar y policial, contra la drogadicción y la prostitución, contra la discriminación de la mujer o la homosexualidad. Temas realistas en la búsqueda de la paz, la justicia social y el logro de la libertad; existe, pues, una especie de ruptura con casi todos los tabúes mediante el predominio del lenguaje coloquial y la exposición concreta sin permitirse el ensayo o los enunciados sociológicos. Los narradores actuales ingresan por este camino al escepticismo total, desengañados de casi todas las doctrinas políticas, a su entender, responsables del caos, la hipocresía y la intolerancia.

Hoy existe una avanzada dispersa de muchos nombres: Tomás Eloy Martínez (El vuelo de la Reina, la Novela de Perón,) Arturo Pérez Reverte (La Piel del Tambor, El Pintor de Batallas, La Reina del Sur,) Ricardo Piglia (Respiración Artificial,) Marcela Serrano (Para que no me olvides, Lo que está en mi corazón, Nosotras que nos queremos tanto,) Jorge Eduardo Benavides (Los años inútiles, El año que rompí contigo,) Miguel Barnet (Biografía de un Cimarrón,) Xavier Velasco (Diablo Guardián,) Daniel Alarcón (Radio ciudad perdida,) Laura Restrepo (Delirio,) Elena Paniatowska (la piel del Cielo,) Luis Rafael Sánchez (La importancia de llamarse Daniel Santos,) Antonio Skármeta (La boda del poeta, la chica del trombón, el baile de la victoria,) Mempo Giardinelli (Santo Oficio de la Memoria, Imposible equilibrio, El décimo infierno,) Senel Paz (En el cielo con diamantes, Las hermanas, Los becados se divierten,) Amir Valle Ojeda (Jineteras, Caminos de Eva,) Jorge Volpi (En busca de Klingsor) y otros más siguen incorporándose. El rompecabezas sigue siendo la incomunicación entre ellos, quienes no llegan a constituir una vanguardia y por el contrario ceden la iniciativa a las empresas editoriales incursas en el mercado, lugar de resistencia hacia expresiones literarias y poéticas innovadoras. Además la mediación cultural de los consagrados, convertidos en agentes del mercado, se hace innecesaria por constituir parte del acomodo y la industria, no de la cultura.

El Espectador, crítica literaria. Junio 7, 2009