26.7.07

MAGA, NÚMEROS 60-61: CRÓNICA DE UNA RESURRECCION ANUNCIADA

Palabras de Melquíades Villarreal Castillo al presentar el número 60-61 de la revista MAGA, la última de la tercera época de esta publicación de literatura panameña, el 12 de julio de 2007 en la Universidad Tecnológica de Panamá.


Cuando Ariel Barría expuso alguna vez sus consejos fundamentales para presentar un libro, habló de tantas cosas que tal vez no recuerdo, aunque una sobrevive en mí: Al presentar un libro sólo debemos decir la verdad, o por lo menos lo que para nosotros es la verdad. Creo que igual ocurre al presentar una revista, sobre todo la revista que me regaló sus páginas para que pudiera materializar en papel y tinta las ideas que existían en mi mente, una revista que hoy dice adiós a una tercera época; sin embargo, es también una revista en la cual ya se vislumbra el nuevo amanecer de una cuarta época.

Enrique Jaramillo Levi, al centro, rodeado de
algunos de los escritores que
participaron en la
presentación de la Maga, leyendo sus textos,
empezando por la izquierda: Melquiades Villareal
Castillo, Irina de Ardila, Diego Enrique Quijano
Victoria Jiménez Vélez, Gloria Melania Rodríguez,
Enrique Jaramillo Levi, la estudiante Catherine Díaz,
Ariel Barría Alvarado, José Luis Rodríguez Pittí,
Klenya Morales, Luigi Lescure y A. Morales Cruz.

Obviando las palabras de Ariel Barría, pudiera comenzar mi disertación diciendo que no existen entre las ochenta y ocho mil y tantas palabras del Diccionario de la Real Academia Española, las voces necesarias para expresar la indefinible emoción que experimento ante esta oportunidad o para hacer justicia la grandeza de este número tan singular.

Sin embargo, estoy contento por la oportunidad que se me ha brindado, alegre al ver tantas caras conocidas para rendirle tributo a David Robinson cuando señala que estos eventos tan sólo son pretextos para encontrarnos, que siento algo de tristeza, porque dentro de esta tercera época de Maga he dejado mucho de mí, de mi pensamiento, tal vez lo único que me sobreviva en el tiempo y el espacio. Por lo tanto, sé que decir y cómo lo voy a decir.

En el Editorial de esta número Enrique Jaramillo Levi, el ideólogo de este proyecto que vio la luz hace más de veinte años, aún cuando todos sabemos que los proyectos literarios de nuestro país tienen una esperanza de vida propia de alma buena, lo que quiere decir breve, nos dice: “No está de más recordar que Maga nació en enero-marzo de 1984 y continúa apareciendo hasta 1987; tuvo su segunda época de 1990 a 1993; y cómo ya se ha dicho, en 1996, empieza esta que ahora culmina. Pero no será la última. Maga reaparecerá en su cuarta época, tal vez con otro formato, acaso menos especializada únicamente en literatura (aunque siempre indefectiblemente solidaria con ella), coeditada entre una Fundación Cultural Signos reestructurada de manera más eficiente y dispuesta a realizar nuevas ambiciosas metas y la recién creada y pujante 9 Signos Grupo Editorial, S.A., que en diciembre de 2006, echamos a andar un grupo de idealistas.)

Alguna vez, escribí un artículo que nunca le he mostrado a nadie: Maga y los molinos de viento, en la cual comenzaba yo por detallar los numerosos y utópicos proyectos que se vislumbraban en los números iniciales, entre los cuales se encontraba la necesidad de crear una Asociación Nacional de Escritores, reestructurar las políticas editoriales del Estado; el incremento de los concursos literarios para estimular a nuestros escritores; en fin, crear un ambiente más favorable para el desarrollo de nuestra literatura, la cual es el producto simbiótico de la creación de textos y el surgimiento de lectores que nos los dejen en manojos de papel embadurnados de tinta. Hoy hay una Asociación Nacional de Escritores, hoy son muchos los concursos literarios en todos los géneros que eran impensables hace dos décadas; sin embargo, queda mucho por hacer: los libros tienen precios elevados y las políticas del Estado se proyectan hacia el ahorro más estricto en literatura.

Ahora bien, amigos que me escuchan, dirán ustedes que mi discurso nunca ha tenido como meta la queja ante las injusticias de las que ha sido víctima la literatura, porque la misma tiene la virtud de ser como el ave fénix al poseer la capacidad de renacer de sus propias cenizas, de conocer como diría uno de nuestros cantores de décima que: “lo contrario al fracaso es la lucha,/ está escrito en la ley de la vida,/ levantarse de cada caída,/ aunque la desilusión sea mucha.”

¡Regocijémonos, entonces con este número doble de Maga!, valoremos su contenido, advirtamos su calidad, pues sólo así, saboreando el néctar de las páginas, estamos edificando literatura; así en su primera parte advertimos textos expuestos en el Primer Encuentro Nacional de Escritores, Críticos y Lectores, donde encontramos interesantes aportes, válidos hoy y mañana, porque están escritos con la intemporalidad de lo objetivo. Así, Irina de Ardila nos explica qué es un buen cuento, Fulvia Morales de Castillo nos hace un interesante estudio sobre los cuentos contemporáneos en Panamá, nuestra querida profesora Isis Tejeira nos habla sobre la novela Pueblos Perdidos, de su padre Gil Blas Tejeira, que cobra vigencia en el devenir histórico de nuestro pueblo que tal y cual presagiara Arnulfo Arias, tiene una historia que se repite en espiral. Asimismo, mi paisano Fredy Villarreal presenta su tesis en torno a la didáctica de la literatura panameña en la escuela, en el cual emplea el cuento como herramienta fundamental.

En la sección Miscelánea, se habla sobre el Premio "José María Sánchez", versión 2006, que este año recayó en la obra "Lejanos Parientes Indecentes" de A. Morales Cruz; además podemos disfrutar textos del cubano Rodolfo Hasler (cubano); de la mexicana Aline Paterson; Enrique Jaramillo Levi nos habla sobre la obra "Cenizas de Ángel" de Roberto Pérez Franco, podemos disfrutar también, el sabio discurso de Ariel Barría cuando recibió, por partida doble, el Premio Miró el año pasado; podemos asombrarnos con el cuento "Volar" de Silvia Fernández Risco; Lety Elvir nos presenta uno de sus polémicos textos; podemos leer también poemas de Viviane Natan, cuentos de José Luis Rodríguez Pitti, Claudio de Castro; un ejercicio de crítica literaria de Yolanda Hackshow sobre una obra del cuentista y crítico Rodolfo de Gracia; además de valiosos textos de Lidia Castillo, Fernando Burgos, Waldina Mejía, Mónica Lavin y un homenaje póstumo a dos escritores: el nicaragüense Franz Galich, quien obtuvo el Premio Centroamericano Rogelio Sinán con su novela "Managua Salsa City" y Mireya Hernández, cuya vida se extinguió días después de obtener el Premio Miró.

La sección siguiente también está llena de emotividad, rasgo fundamental de la buena literatura, cuya misión primordial consiste en producir emociones. Esta sección, llamada Nuevos cuentistas panameños, título sencillo y complicado, aparentemente ingenuo y profundamente sugestivo, contempla un estudio de Enrique Jaramillo Levi y cuentos de Victoria Jiménez Vélez, Diego Enrique Quijano, Gina Stanziola, Klenya Morales, Mady Miranda, Rosalía Morán Tejeira, Dennis Smith, Lili Mendoza, Vanni Arrocha, Sabúl Hernández, Lissete Lanuza, Alejandra Jaramillo Delgadillo y Minerva de Jované.

Dijimos ya que este número es doble y doble es también la cantidad y calidad de textos presentes, así tenemos premios a la promesa literaria, donde encontramos textos novísimos que presagian lo que será nuestra literatura después de la tercera época de Maga. Textos de Luigi Lescure y Lupita Quirós ganadores del Premio Cuento Facultad de Ciencias y Tecnología UTP, acompañados de cuentos de Mady Miranda e Isabel Herrera de Taylor.

La siguiente sección recoge algunas opiniones fundamentales que se vertieron con motivo de un homenaje in vita que se le rindió al escritor Enrique Jaramillo Levi, donde se destacan mensajes leídos en el evento, de reconocidos escritores tales como Francisco I. Berguido, Jorge Ávalos, Vivian Nathan, Fernando Burgos e Irina de Ardila. Aunque, generalmente, en nuestro país los homenajes se tornan en sinónimo de visitas inmediatas a los dominios de San Pedro, porque existe cierta incapacidad para reconocer en vida de las personas el mérito de sus obras; en esta ocasión los forjadores hicieron un acto de justicia y reconocen los valores de una persona que aún tiene mucho que dar al desarrollo de nuestra literatura.

Hay dentro de esta revista una sección dedicada al premio Maga de Cuento Breve, en el cual resultó ganador Carlos Fong. Sin embargo, la calidad del género es de tal magnitud que se incluyeron otros minicuentos participantes, obras de Lupita Quirós, Benjamín Ramón, A. Morales C., Hjalmar Jones.

Como es tradición dentro de esta revista, se incluye la sección reseñas, en la cual se comentan algunos de los libros que van enriqueciendo nuestra bibliografía nacional. Eduardo Hurtado nos comenta la obra "Impresiones y certezas" de Irina Ardila; Agustín del Rosario, "El círculo, la grieta" de Morales Cruz; Catherine Díaz, "Esperanza o realidad" de este servidor, Rick McCallister, "Peritas en Luna" de Leti Elvir y José Luis Rodríguez Pittí "Cenizas de Ángel" de Roberto Pérez Franco. Así, pues llegamos a otro de los aspectos fundamentales de Maga, no sólo incentivar la producción, sino motivar la lectura a través de la crítica, la cual es entendida por George Steiner como un pacto de amor entre el crítico y la obra leída; el producto de ese amor, al llegar al lector potencial lo motiva a realizar la lectura que es lo que en última instancia persigue el ejercicio crítico.

La última sección, titulada Papeles de la Maga, contiene interesantes documentos, entre los que se destacan que el reconocido escritor Juan Antonio Gómez obtuvo el premio de novela corta Ramón H. Jurado; las palabras de Jaramillo Levi en nombre de la Asociación de Escritores de Panamá; además se comenta el nacimiento de 9 Signos Grupo Editorial, prometeica agrupación que se ha propuesto la titánica tarea de dar a conocer nuestra literatura a través de publicaciones de obras literarias. Tenemos también las palabras de Jaramillo Levi en la presentación de la obra "Soñar despiertos" y el discurso pronunciado por Diego Enrique Quijano Durán en el acto de graduación del Diplomado en Creación Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá.

Amigos que me escuchan, hemos hecho un recorrido por la cantidad de información que Maga nos ofrece en esta ocasión. Como podemos ver es un contenido amplio, de temas muy variados, que evidencian lo que una revista cultural miscelánea, pudo llegar a ser y que sirve como punto de partida para vislumbrar lo que será en su cuarta época.

Los amantes de las letras en nuestro país debemos sentirnos felices; pues aunque tal vez un día el tiempo de la literatura de nuestro país se mida en un periodo antes de Maga y otro período después de Maga, estimamos que queda mucho por hacer. Estos veintitrés años de una revista literaria en Panamá, son el producto de una mente confiada en el devenir cultural de nuestro país. La mente de un hombre que en los próximos meses se acogerá a su jubilación (periodo en que por fin podrá dedicarse a tiempo completo al ejercicio de sus pasiones literarias); un hombre que como todo lo que es de carne y hueso resulta perecedero (cosa que esperamos que esté tan lejana en el tiempo como sea posible); un hombre que ha dado un ejemplo de lucha, un ejemplo de fe, que ha legado a las presentes y futuras generaciones un infinito conjunto de paradigmas que un Panamá amante de la literatura debe saber continuar, para que este hombre no tenga que repetir con la amargura de Bolívar, su tristemente célebre: “He arado en el mar.” Felicidades Enrique, por tu jubilación y por tu obra. Salud por Maga, que ya a su casi un cuarto de siglo de vida, ha logrado autonomía y estoy seguro que te sobrevivirá de manera independiente en el mañana que está por llegar.

18.7.07

"ELEGÍA CONTRA LA MUERTE" POR MOISÉS PASCUAL

A Ignacio Ortega Santizo, in memorian

Quizás yo no tenga derecho a escribir palabras sobre tu epitafio, poeta. Tu muerte no será noticia en CNN ni en la BBC. Las astrólogas ya sabían de tu final y callaron. No hay piedra para tanto adiós anticipadoKancer Ortega. El mundo está hecho de pirámides y pájaros, de sangre y abrazos. Estuve en tu casa como en la mía una tarde y una noche. No sé. El Vich pintaba soles negros y Miriam estaba en Brasil. Brasil huele a sudor y café. A esclavitud y lujo. Y yo me quedé solo en medio de los libros, los tambores y las campanas. Los otros estaban en sus escondrijos bajo las sombras cuidando a sus críos. Era tarde y no me fui. Me quedé, esperando la orden de ir a otro mundo. Palmieri tocaba el piano como un ángel sin isla. Olía a madera y viento. A poemas de viejos amores entre trampas. No sé. Imagino, escribo. La botella estaba más abajo de la mitad, pero yo seguía en las nubes. No había agua en el caserón y todos hablábamos de hacer una revolución en el lugar. ¿Recuerdas? No importa memorizar días de fiestas. Quizá ya basten y sobren el polvo y sus desiertos, donde el viento canta. Tú no tienes tumba en esta tierra. El universo es un mapa de mundos nuevos, calles azules por descubrir en las telarañas de los cometas y las lunas sin nombrar. Nos hundimos en un hoyo oscuro como casa de ratón. No es nada nuevo. Siempre hablamos de lo mismo, entre risas y velas encendidas. Te parecías a Cortázar en París. Me niego a aceptar que la vida es solo un paisaje de rosas y escombros. Somos campeones de boxeo y también poetas. Qué de golpes la vida, para vencer en el último asalto. Las cenizas no alcanzan para medir las rebeldías del amor. Si la vida no gana somos eternos perdedores. Tú lo sabes. No soy quién para tanto entusiasmo de vivir y morir en un solo verbo. Eres esa guitarra sonriente en la ventana de los hoteles de madera. La lluvia y su fertilidad. Un puño en los balcones rotos de la alegría. Una bandera roja en el azul del cielo, en la claridad de un noviembre bailando entre trompetas y banderas de plástico. La queja del indio, el negro y la mujer. La risa del niño, las manos abiertas del vagabundo sin tren. La mariposa y el árbol, moribundos, en el parque. O quizá, sin saberlo, eras un ángel empuñando tu espada de amor y fuego. Una metralla de adjetivos alegres. Nunca se sabrá, si el mundo es ingrato, donde más valen las cosas que los besos sin dientes. Las tristes miradas, las esperas. Los poetas, como tú bien sabes, porque eso solo lo saben los poetas, vamos del amor al olvido en la rumba en una noche. Parecemos santos y hierbas. Huelen a incienso. Breve estadía de frutas dulces, efímeros veranos, sexo y ron. Somos de esos espíritus errantes que cien años después serán –seremos- rescatados del polvo mientras le cantamos a la vida y al amor junto a la luz de las alcobas y los vinos. Alguien siempre nos recordará, de un modo más feliz. Cierto. No puedo exigir nada, de mis propias locuras. Confieso que yo también por amor a vivir he sido suicida en las penumbras de un siglo de muerte y gloria. Virus incurables. Letras de uranio y humo. Hoy soy uno más de esos poetas que escribe contra la muerte. Uno más. Otro. Los poetas somos así, débiles y desvergonzados. Sublimes y útiles. Fáciles de amar y odiar. Y la muerte siempre es un buen tema, para hacer dinero y fama. Perdone usted señora, no es nada personal, pero debo y quiero, nombrarla y maldecirla. Es un honor, lo sé. Le temo, pero la odio. Sepa que no lo hago con rabia, la rabia es apenas una espuma de canes, una venganza de dioses muertos. Esto es mucho más, algo que está mucho más adentro que la simple rabia. No tiene piel no tiene huesos. No tiene límites. Es algo que va por dentro sin poder nombrarla en francés o inglés, portugués o sueco. Como una mujer o el viento. Esto es el colmo, diría usted. Algo así como un existencialismo posmoderno. Una utopía sin tácticas. No me jodan, ya sé que las terminologías pueden ser caprichosas. Ser marciano, marxista o anarquista. Ser hippie o del barrio, esperando un amor en la esquina que va a la tienda por canela para la avena. Llevar heridas hondas y no morir. No me importa. Sobrevivo a mil rayos. A todas las resacas. Que yo sepa, no existe sobre la tierra poeta que en tiempo alguno no haya escrito algo contra tan inverosímil animal. Vistas las cosas, así, la muerte es un mito más, otro, un FMI, o un minotauro que persigue Icaros alados que vuelan al sol. El sol es luz y es vida, aunque a veces también quema. Me pregunto, casi a diario, y en silencio, para que mis pensamientos no sean escuchados por los ignorantes y los idólatras, mis enemigos, si dios existe, y creo que debe existir, no me preguntes cómo, si existe, por qué dios permite tan impunemente que la muerte se burle de la vida y sus injusticias. ¿No es eso una derrota? ¿Una contradicción teológica? ¿Un loco vacío? ¿Un ir en vano? ¿Un dejar solo el paraíso, sin Eva? Creo que ya es tiempo, desde hace mucho quería decirlo, que dios sepa que laKancer Ortega muerte es una inutilidad de la materia. Polvo intrascendente. Una hipótesis. Buen oficio es ser enfermera de hospitales o curar heridas en el trópico del Tercer Mundo. Una locura sin ataduras. ¿Paradigma? Nada. Nada. ¡Váyanse al diablo! Sepa que la materia no se crea ni se destruye sino que se transforma, como nos enseñaron en el bachillerato. Somos átomos, poeta. Partículas que hacen un todo. Amebas bajo el microscopio. Hermosos dinosaurios caminando en la llanura. Energía de ríos crecidos. Nervios. Huesos. Carne de amores que se tocan. Paladares. Pieles lejanas. Cenizas que aman entre las cenizas. Retículos entretejidos como colchas de ancianas. Sí. Eso, ni más ni menos. Creo que la primera vez que vi a Cáncer Ortega en 1970 y algo, sobre un escenario, era más hermoso que un dios griego, yo era un niño con los ojos grandes, un arquero sin flechas, y pensé que aquel hombre joven era dios, pero con afro. No puede ser, me dije. Dios no puede ser así. Era un coro de planetas en colisión. Una cosa como un big bang, musical. Un ser de otro mundo que cantaba y era humano. No sé. Fuerza, convicción, entusiasmo, protesta contra un mundo muy bajo y una patria muy boba, un mundo robado, un país muerto. Un inclaudicable demonio de amor y verdad. Manoteaba como San Agustín. Como Marx, pero sin ser judío. Yo quiero ser así, yo, me dije. Entero. Un todo. Quiero ser yo, sin teatros. Permítanme, gozar esta vida y sufrir esta muerte, a mi manera. Si fuera pianista tocaría el piano, y si fuera pintor pintaría de colores nuevos todos los muros del mundo hasta borrarlos. Pero solo soy poeta. Pobre poeta. Sepan, pues, que soy este poeta que se queda solitario en la otra orilla del mundo incierto, sin derechos de constituciones absurdas. Poeta sin carro ni ataúd. Atrapado entre cuatro paredes. Todavía hoy no lloro ni doy el grito, confieso, ese que se esconde en algún lugar del corazón como una escalera de naipes, pero ya me llegará la hora del gran alarido. Estoy en eso. Escribo, hoy, el cielo se ha puesto negro, y pronto sé que va a llover, o si no mañana en la mañana, en la piel del rocío. En la noche mientras cierro los ojos. Lloverá, lo sé. ¿Para qué llorar, pues? Si ya la vida y sus elementos lo hacen todos los días y los domingos. Pido perdón por ello y no de rodillas. Por otra parte, es estúpido o absurdo pensar que se pueda derrotar a la muerte con unos versos libres. No es que tenga nada contra la muerte, pero por qué siempre se lleva a mis amigos. Por qué mejor no llevarse a los que todo lo tienen y ya son felices desde la antigüedad, si ya tienen el gozo de vivir. Entonces, si entiendo la vida, por qué maldecirla me digo, si ella paciente realiza su oscuro trabajo de tiempo. No tengo excusas aunque me cabree con la muerte y ella tenga sus metafísicas razones. Hoy soy uno de esos humanos que tarde dice adiós cuando ya el fuego no existe. Adiós, mañana o nunca. La vida puede ser un viaje en ferrocarril hacia la nada o un retorno a la memoria en un triciclo sin piel o caminando. La infancia es el más hermoso de los jardines. La verdad, no sé qué decir cuando tendría un millón de cosas que decir. Quizá la muerte es un puñado de cenizas en la boca. Una ceguera. Es como si de pronto todas las palabras se hubieran ido de este mundo, lejos, a esos países que todavía no existen, así, como esas olas que poco a poco se alejan al mar y te dejan en la playa en solitario mirando que lejos muy lejos hay una isla que es como un sueño detrás de la niebla, un espejo de la vida, una imborrable memoria de pasos sobre las arenas del mundo. Divago. Piso tierra firme. Voy mirando hacia atrás, en el autobús hacia Managua, a pan y agua, feliz y con miedo, es diciembre, 1989, con unas infinitas ganas de llegar, como un marinero a puerto, ebrio de alegría, sin arpón, y luego Cáncer canta con su guitarra de palo, me da valor, miro árbol a árbol, ciudad a ciudad, miro que la tierra tiene ojos como lagos, lágrimas como niños, y sólo así entiendo que solo esta voluntad de amar y entregarse puede transformar en luz este mundo de sombras, hasta que al fin algo calla mi boca de sorpresas, cruzando las fronteras, porque al fin hemos llegado a la otra vida. La ciudad está hecha de abrazos, de hermanos, luces, gente que te recibe con puños abiertos, hermosos corazones que saltan como chispas, llenos de agua y flores. Amaneceres que lentamente cierran las heridas del dolor, ríos que van al mar con la sapiencia de un terrestre deber cumplido. Volcanes de fuego. Patrias sin cifras. Una insurrección de ángeles desnudos con las armas del amor y los sueños. Me abrazo al sueño, como un escarabajo. Escupo gobiernos. Quemo ciudades. Siembro árboles de luz verde. Esto no es un show, mira,Kancer Ortega un pacto de intereses comunes, mira, una guerra de pillajes. Siente. Es simplemente un adiós a un amigo. Encendemos un pito entre ojos prohibidos y pasa por el cielo de Centroamérica Chuchú en su aeroplano sin tirar bombas. No está muerto. Los poetas nunca mueren. Palabras, palabras como esas con que los poetas a veces golpean a la vida contra la muerte y sus pobres lágrimas. Eso. No hay otra forma. Sólo otras formas como nubes y libros de reminiscencias. Nostalgias para después. Respiro, respiro, por ti. Respiramos y seguimos. Estamos aquí. El tiempo se ha detenido entre las olas y las palmeras. Huele a coco el mundo. Sé que nunca te harán en la plaza una estatua sobre tu verde caballo, pero aun, lo sé, y sépase, serás, espada de justicia y amor, la canción de nosotros los pobres de la tierra. Los que sin pan cantamos. Los que amamos todos los amores. Los de abajo, los descalzos, los del barro y el maíz. El viento que azota como un huracán. Los que esperamos a golpes de tambor entrar a la vida en los corazones abiertos como puertas de nidos que serán pájaros. Porque, sí, tú lo sabes, sí, la libertad no podrá ser derrotada ni por la muerte ni por los hombres. Nada hay más allá del amor. No hay sombras. Hay un hambre en el mundo que se llenará de ti y de todo el amor de todos los poetas del mundo. Y sin oír tu voz ya escucho que el reino de los cielos está aquí en la tierra. Aquí. Aquí en donde estás con tus voces de seguir vivo y coleando, con tu grotesca voz de Goya y sus disparates, dibujando rostros y hermosas formas de mujer con alas.Entonces, penetrando el misterio como una vulva, de miel, vamos de las tinieblas hacia la luz, sabiendo que después del tercer día tú también serás vida más allá de la muerte y su decir, y que la música lo envolverá todo como un cuerpo en el primer día del mundo oscuro triste y sin alas, y que sonriente hoy la muerte también estará llorando, mientras tu voz gira y gira sin cesar en un nunca acabar de 33 revoluciones por minuto. No sé. Imagino. Escribo. Y es como vivir. Un piano toca himnos en silencio, comandante, hermano, amigo. El tiempo pasa y se queda, girando, en órbita, y todo tiene el color de las sonrisas en las paredes pintadas como amorosos bisontes rupestres. Mangos y azucenas. Nadie, nada, pregunta por ahí, sólo busca, huye, regresa, encuentra, nadie podrá arrebatarnos eso que llevamos de verdad por dentro y para siempre, poeta. Es así. Imagino. Otros mundos. Mañana al alba una luz encenderá nuestros corazones hasta arder por una vida nueva como ayer tu canción profetizó el amor desde el fondo del hombre, esta nuestra elegía contra la muerte. Entonces no será necesario morir, si ya cenizas somos, si polvo fuimos, si piedras hay para la historia con los puños cerrados, y sólo amar, amar, bastará, aquello que desde siempre fue amado sin olvidos, más hoy cuando duelen las palabra y son lanzas en el costado.

17 / julio / 2007

3.7.07

INTERVENCIÓN DE PACO MORENO EN EL “CAFÉ LITERARIO” DE JULIO DE LA ASOCIACIÓN DE ESCRITORES DE PANAMÁ

Agradezco esta invitación que los escritores nos hacen esta noche a tres lectores. Yo me siento como se sentiría un soldado raso a quien le permitieran un día entrar al club de oficiales (y perdonen este símil gorilesco).

Edilberto González Trejos, organizador de los cafés literarios de la Asociación de Escritores de Panamá, nos propuso a Cecilia Salas, a Adviel Centeno y a mí contestar a tres preguntas.

¿Qué espera el lector del escritor?

Así como los oficiales no deben olvidar que fueron y son soldados antes que oficiales, así también ustedes los escritores no deben olvidar que fueron y son lectores antes que escritores; que fueron monaguillos antes que sacerdotes de esta religión llamada Literatura. Si no olvidan esto, no tendrán necesidad de preguntarnos a los lectores lo que espera el lector del escritor, porque obtendrán la respuesta preguntándoselo a ustedes mismos.

La Literatura es un arte y el arte es comunicación.

Hay escritores narcisistas que dicen escribir para sí mismos y que si no los entienden los lectores es problema de los lectores y no de ellos.

Hay escritores elitistas que se sienten muy felices escribiendo para unos cuantos intelectuales que dicen entenderlos y que son generalmente los que otorgan premios y echan flores en publicaciones especializadas.

También hay quienes se esfuerzan en escribir lo más sencillamente posible tratando de llegar a la mayor cantidad de lectores.

¿Quién creen ustedes que tiene más mérito, el educador que sabe mucho, pero tiene dificultad para enseñar lo que sabe o el que tiene la habilidad de explicar lo poco que sabe de forma que todos lo entiendan? Yo creo que, así como el objeto de los educadores son los alumnos, el objeto de los escritores son los lectores y, por lo tanto, un escritor que no sepa o que no quiera llegar a los lectores, no vale gran cosa.

Lo que este lector espera de los escritores es que se hagan entender lo mejor posible. Después, que confíen en su talento y se olviden de imitaciones.

Las otras dos preguntas son:

¿Conoce el lector a los escritores nacionales?

¿El escritor panameño está sintonizado con las necesidades del lector?

Creo que estas dos preguntas pueden tener respuestas similares.

La mayor parte de los lectores panameños no conoce más autores nacionales que los que le obligaron a leer en la escuela. Hay quienes han tenido la mala suerte de leer un par de cosas de autores locales que no les gustaron y por eso tienen el prejuicio de que no les va a gustar nada de lo que escriben sus paisanos.

Yo he sentido la vergüenza ajena de oír decir a lectores panameños que no leen a sus compatriotas porque todos son malos. Estoy seguro de que los que dicen esto no tienen suficientes elementos de juicio para tal afirmación.

Para satisfacer las necesidades del lector panameño ustedes los escritores tienen por delante dos retos: decirles a los lectores que en su patria hay autores tan valiosos como los que nos llegan de fuera y demostrárselo. El escritor panameño no está sintonizado con sus lectores por falta de medios, porque es costoso hacerse conocer.

Esta asociación de escritores debería tener espacios en la televisión, en la radio y en los periódicos donde aparecieran en anuncios cortos e impactantes autores nuestros diciendo brevemente lo que han escrito, de qué tratan sus obras y dónde pueden adquirirse. Pero no como relleno en horas muertas, sino como cuñas en los capítulos de las telenovelas o en los espectáculos deportivos.

Lo malo es que no hay ni habrá canales, emisoras o periódicos que quieran sacrificar mínimas porciones de sus valiosos espacios (si no valiosos, sí costosos) para difundir nuestra cultura sin que les paguen.

Ahí es donde debería intervenir el Estado. Si nuestro gobierno invirtiera en promover la cultura siquiera la mitad de lo que gasta en divulgar lo poco que hace, otro gallo cantaría; pero como los escritores no cierran calles y además andan cada uno por su lado, ¿qué gobierno les va a hacer caso?