12.4.09

LA LITERATURA CENTROMERICANA HOY: DEL POPOL VUH AL FACEBOOK

Del 1 al 3 de abril de 2009 se celebró en Panamá el XVII Congreso Internacional de Literatura Centroamericana, Cilca 2009, dedicado este año a la memoria del escritor y periodista panameño recientemente fallecido Mario Augusto Rodríguez. La sede fue el campus de la Universidad Tecnológica de Panamá, colindante con el sistema de reservas forestales creadas para mantener las aguas que alimentan al Canal de Panamá. La inauguración se realizó en un sitio especial ubicado dentro del campus: un parque que se ha construido alrededor de los restos de El Aljibe, construcción de la época colonial que formaba parte del sistema del Camino de Cruces, vía interoceánica de más de mil años, mejorada y aprovechada por los españoles para atravesar el istmo en los llamados trenes de mulas hasta mediados del siglo XIX. En este sitio mágico, rodeados por un bosque de inmensos árboles de corotú, espavé y otras especies tropicales, en un círculo formado por los invitados al Cilca, escritores, estudiantes y la vida silvestre, abundante en este sitio, al caer la tarde iniciamos la ceremonia. La palabra se la dimos al poeta Moisés Pascual, formal apertura del Congreso y del recital especial que siguió con los poetas panameños nacidos en las décadas del 50 y el 60.

Por Moisés Pascual
 
Centroamérica es un rompecabezas por armar. Un universo de 7 cabezas, dibujado entre fronteras y muros invisibles. Centroamérica es un volcán dormido, un racimo de lágrimas, Izabales, ilopangos y Xolotlanes. Tristes figuras violentas que no encajan con la belleza de su tierra y la risa de los niños empobrecidos. Pero en alguna parte de este nuestro istmo, existen piezas claves que nos urge buscar para hacer puentes y armonizar esa totalidad que somos, entre la sangre y la alegría. Venimos del Popol Vuh, que desde la magia del misterio y la hipérbole intenta explicar la creación de nuestra vida y nuestro mundo, desafiando en la incredulidad y la ignorancia los enigmas del tiempo y el universo, los números del destino. ¡Qué riqueza más grande! Estamos hechos de la misma carne de los mismos dioses originales, maíz y vida, desde antes que los europeos pisaran esta tierra. Somos como los griegos de esta otra parte. Y nos 
resistimos a ser solo sombra y muerte, dolor, olvido y desastre. Porque Centroamérica es en su biodiversidad natural y cultural una zona de riquezas inimaginables: Flora, fauna, historia, gente que lucha y trabaja sin perder el sueño. Pero también, y sobre todo, esta nuestra capacidad de amar y ser humanos y solidarios más allá de cataclismos y contrarrevoluciones. Esas ganas de vivir más allá de la muerte, sin perder en el camino, nuestra sabiduría y nuestras raíces, nuestra alma que como chispa salta del fuego para ser la historia común de todos, en la encrucijada de la eterna dependencia y la liberación como feliz fuego final.

Centroamérica, no puede seguir siendo un juego de guerras de quienes desde el poder solo les importa con los mercados de la muerte y sus ganancias. Esta Centroamérica nuestra no puede seguir siendo la isla solitaria y triste donde las mujeres esperan el regreso de sus Ulises, en donde los niños sin libros y sin pan lloran a sus padres muertos, y en donde rotas las familias lloran como lluvia, migraciones, mientras los olvidados indios sin selvas se mueren entre masacres, malarias, turismos y falsos progresos. Esta no es la Centroamérica que queremos. Nuestra Centroamérica es la que soñamos, sobre la que escribimos. Cualquier otra imagen de nosotros es falsa. Nuestra literatura, en este sentido, debe potenciar esa imagen de nosotros mismos. Construir esta imagen, es tarea de todos. Somos una suma, queriendo ser una totalidad, con diferencias respetuosas. Es como dice Magda Zavala, debemos de “Terminar de asumir efectivamente a Centroamérica como una sociedad multiétnica, plurilinguistica y multicultural en transformación”.

Nuestra imagen real es otra. Centroamérica tiene que dejar de ser aquel cementerio para ser el más bello jardín, esa utopía de los poetas, en donde la poesía y el pan alimenten a nuestros sueños, a nuestras esperanzas, éstas, de construir ese otro mundo posible, de un mundo más unido y para todos, con progreso, bienestar, y con más y mejores oportunidades. Incluida, la literatura.

Una Centroamérica a la que a Panamá la han excluido, o se ha excluido, por razones egoístas, como si fuéramos Alicia en el País de las Maravillas, casi en el limbo, en el otro margen, entre un sur y un Caribe, a veces tan real como imaginario, pero como una zona libre de desastres más allá de la “Y griega”, sí, Centroamérica… y Panamá. Panamá es también Centroamérica, con dolor, y con mucho orgullo. Sólo hay que echar una mirada a nuestros campos, a nuestras ciudades, a nuestra gente, a nuestra historia, a nuestra escondida pobreza tras los pequeños rascacielos estilo Miami, pero también a nuestras luchas liberales, nuestras dictaduras y a nuestras invasiones. Panamá es también Centroamérica, en su “Mamita Yunai”, en su canal, en su planificado TLC, sus “maquilas”, sus callcenter, sus malls, su deuda externa, en su maíz pilado y en su arroz con frijoles, en los rostros de sus gentes, en su fútbol, y también en sus escritores y en la riqueza de sus sueños. Tierra, agua, y cielo, juntos. Así, pues, Centroamérica, incluida Belice y Panamá, es esto. Es esta realidad la que lleva por dentro nuestra esperanza de otro futuro. La posibilidad de que vida y literatura se fundan como metales para llegar a ser una fiesta de todos.

Y en este espacio vital, natural, histórico, social, político, económico, y cultural, nos movemos los escritores, sin evadirnos, como testigos y protagonistas de una literatura que debe estar en lo más alto de su creación para reflejar y ayudar a transformar esa conciencia y esa visión de la Centroamérica que queremos para todos, más justa, más libre, más democrática, después de siglos de rapiñas y piraterías, y hoy, en su presente, acosada por inciertas globalizaciones de hambre, demagogias y populismos. En este espacio, la literatura también tiene su lugar, su pirámide de grandeza.

Y si hablo de la realidad, con insistencia, es porque no puede haber literatura sin esa realidad. Ella supera a toda ficción, y de ella se nutre nuestra literatura, por diversos caminos. Además, una literatura, que no vislumbre, en sus denuncias y deseos, ese mundo mejor que vaticinan nuestras ficciones, no puede ser más que una literatura expresión del más bajo ciego egoísmo. Una literatura pobre, rancia, vieja y cansada, que no se corresponde con la riqueza imaginativa y vivencial de nuestra gente, entre el desastre y la esperanza, esperanza que también es la lucha de las plumas como armas, del asalto a los poderes ocultos y criminales. En este combate, también los escritores tenemos nuestra trinchera, nuestra gota de sangre, y también nuestras luminosas palabras como rabiosos jaguares, y quetzales en vuelo.

De lo contrario, si no cerramos nuestro ciclo, histórico, el desastre de todas las profecías malignas se hará realidad, e iremos del Popol Vuh al Facebook de los rostros indiferentes, egoístas, insolidarios, individualistas, encerrados en sus ególatras distracciones, sus lujurias, y ajenos a todo verdadero rostro humano. Es hora entonces de recomponer este mapa, este rompecabezas, este espejo-máscara, enterrado, este álbum familiar para transformar las muecas del dolor y la miseria, con libros escritos por escritores centroamericanos narrando como en un Popol Vuh nuevo historias nuevas de alegría y felicidad, lejos del miedo y de las incertidumbres de un futuro oscuro, de un mundo vacío, de una Centroamérica olvidada bajo la lava de la desmemoria, en donde los escritores, o solo dormíamos nuestros sueños de vieja grandeza o jugábamos solo con las palabras. En Centroamérica, la literatura es y debe ser, como siempre ha sido, un compromiso, con la palabra, pero también con la vida, pues la palabra que no es vida es muerte, olvido sobre el papel. Y la literatura es una puerta para la creación de mundos nuevos, y allí, Centroamérica, nosotros, tenemos nuestro lugar, nuestra casa, para nosotros mismos, y también para el disfrute de los otros mundos que como nosotros compartimos el sueño de la libertad. La misión de todo escritor es escribir hasta la última gota de tinta. Estamos en el camino, y eso es lo que importa. Nuestras plumas tienen todavía, sueños.

La literatura de Centroamérica es, parodiando a Manlio Argueta, una especie de “Caperucita en la zona roja”, un ser marginal. Más allá de algunos nombres consagrados por el cánon de editoriales y críticos, y de un trabajo con disciplina, con méritos, evidentes, en Centroamérica casi todos los escritores somos unos desconocidos de nosotros mismos y del resto del mundo. Vivimos en la dispersión, en el aislamiento, en la incomunicación. Obligados en nuestra literatura seguirán siendo Darío, Miguel Ángel Asturias, Augusto Monterroso, Luis Cardoza y Aragón, y Ernesto Cardenal, entre otros más; y entre los más actuales, Sergio Ramírez, Gioconda Belli, Anacristina Rossi, y Carlos Cortés, entre otros más. Pero nuestra literatura tiene otros nombres, pasados, presentes, y olvidados, esperando sus turnos de ofendidos. Así, nuestra literatura está necesitada de conocimiento, información, educación, divulgación, estudio, critica, intercambios e incentivos. Ella necesita su propio facebook, sus espacios, reales y virtuales, ya sea en Internet, bases de dato, páginas web, en los congresos, los festivales de poesía, las ferias de libros, las revistas, las antologías, los libros, y en otros espacios por crear. Hace falta mucho más, y más si consideramos a los escritores más jóvenes y contemporáneos o de aquellos que perteneciendo a generaciones anteriores o perdidas, no son conocidos ni lo suficiente ni en profundidad, para valorar en su totalidad nuestra literatura centroamericana, la de ayer y hoy, ya sea por país, o como región, como totalidad, tan generadora de buena literatura, a través de todas sus formas, no solo de la novela.

Nuestra literatura no puede seguir siendo esa cenicienta, esa olvidada, como otro olvidado centroamericano más. Fantasma o habitante de su propia realidad mágica, de sus mitos y sus olvidos. A nuestra literatura le urge una valoración de fondo, un lanzamiento, un redescubrimiento, un acto de verdadera justicia, que la coloque en su justo sitial dentro de la literatura universal contemporánea. Ni más ni menos. Como ha ocurrido ya con otras literaturas latinoamericanas, la mexicana, la cubana, la colombiana y la argentina, para no hablar de esa otra literatura nuestra, la brasileña. Es necesario, pues, que primero los escritores de Centroamérica nos conozcamos entre nosotros. Debemos derrumbar muros y prejuicios, mitos y mentiras, y desde ahí construir puentes, escaleras, casas y sueños. En este sentido este congreso de CILCA, como otras iniciativas, viene a ser una punta de lanza en la dirección correcta, con el aporte de críticos, estudiosos e investigadores de muchos países, que viven con pasión y creen en nuestra literatura. A ellos, ustedes, gracias, por sus esfuerzos. Esfuerzos que necesitamos redoblar para crear, producir, y divulgar, esos estudios e investigaciones que desde diversos ángulos y enfoques, no son más que una mirada de la búsqueda de los signos profundos de lo que somos a través de nuestra literatura, hecha por criollos, indígenas, negros, mujeres, o escritores en el exilio o en la migración forzada. Incluso, de aquellos que escriben para niños/as. Nuestros escritores, pese a todas las vicisitudes, no ceden en sus empeños. Empuñan sus plumas como armas, aunque pareciera que sus balas no llegan al enemigo: la ignorancia y la incultura, estructural. Sépase: El acceso a la literatura es un indicativo de la democracia, el bienestar, y la felicidad. Centroamérica un día, puede llegar a ser una república de letras y panes, de críticos amables y lectores felices.

Nuestros escritores, ahí están, haciendo lo suyo en silencio. A los investigadores y estudiosos, desde la crítica, lo histórico, lo literario o lo semiótico, nos le queda más que hacer justicia a ese trabajo que muchas veces no se ve, pero que está ahí, esperando a los que pueden salvar del olvido a una literatura que no se merece tal despropósito. Escribir hoy en Centroamérica es un oficio ingrato, solitario, al riesgo de la muerte, pero lleno de alegrías, para quienes asumimos el reto de dibujar sueños que aspiran a ser verdad y belleza. Un escritor, colombiano, como Gabriel García Márquez, que al principio de su carrera nadie apostaba un real por él, define de la mejor forma este oficio: “¿Qué clase de misterio es ése que hace que el simple deseo de contar historias, escribir poemas, se convierta en una pasión, que un ser humano sea capaz de morir por ella; morir de hambre, frío, o lo que sea , con tal de hacer una cosa que no se puede ver ni tocar ni que, al fin al cabo, si bien se mira no sirva para nada?”. Sí, la literatura sirve, para muchas cosas, para bien o para mal, pero también para darnos sentido, para explicarnos, para sugerirnos, como un todo. Es la constatación de lo que somos, fuimos, y queremos ser. Este es nuestro oficio, construyendo utopías. Y no solo de los escritores, sino también de los que investigan estudian, critican y divulgan, como creadores que son, porque son ustedes, después, los que le dan validez y sentido a nuestro trabajo en los contextos de la realidad y sus fantasmas. Ustedes, como los lectores, son imprescindibles.

La verdad, debo decirlo, no sé mucho de literatura centroamericana, soy más parte, que juez. En las escuelas poco se sabe de tal cuestión. Hay incluso los que ni siquiera saben que Rubén Darío existió, pero conocen a Shakira, y con todo derecho, no los culpo. Será por eso que un león triste llora sobre la tumba del poeta. Además, los medios de comunicación están muy ocupados con los asesinatos, la corrupción o sobre quién será el próximo que nos va a desgobernar. En los festivales de poesía los poetas nuestros tienen poco tiempo y espacio. Hacen falta políticas más decididas de apoyo a nuestra literatura. Hay algo de turismo en nuestras propuestas. Eso creo. Seguimos en fila, esperando nuestros turnos de bellos ofendidos. Es cierto, ya no hay guerrillas, pero ahí están los Roque Dalton, los Otto René Castillo, y los Leonel Rugama, esperando, hoy, a la justicia poética, como tantos y tantos, poetas vivos de hoy, ayer, y quizás, de mañana.

Centroamérica existe. Estamos tan cerca y tan lejos, y somos unos desconocidos de nosotros mismos. Queremos conocernos. Necesitamos conocernos. Nos buscamos. ¿Nos buscamos? Managua está, en avión, a escasos 50 minutos de Ciudad de Panamá, y parece un barrio nuestro, pobre y olvidado, a la orilla de una carretera sin luces. Y Panamá es un espejismo, una postal de compras Gucci. San José, fría, a la vuelta de la esquina. ¿En dónde quedan, Tegucigalpa, Ciudad de Guatemala, o San Salvador? Belice no existe, al menos en mi mapa. Hoy sé de Centroamérica, más de sus maras o de fútbol, que de la vida o la poesía, y gracias a la televisión. Hoy más que nunca necesitamos recuperar, inventar nuestra propia imagen, nuestra propia palabra y nuestra propia vida. Hacer lo que nos toca, desde el alma común. Desde la sangre, y desde la inteligencia. Centroamérica existe como un todo, y como una suma de partes, indivisibles. Armemos el rompecabezas, con todas sus partes, y colores, sin que nadie se quede por fuera.

Como esos quetzales que vuelan en la neblina del alba, echemos una vez más a volar nuestra imaginación, para que nuestra literatura se hermane más con la vida y sus designios de libertad, y llegue a ocupar, si no hoy, mañana, el sol, el sitio que le corresponde en las literaturas de nuestro planeta. Invito, pues, a compartir, con pasión, este descubrimiento de nosotros mismos a través de nuestra literatura, al vuelo del quetzal y el águila arpía, a través de las hermosas palabras sacrificadas en su justa y útil pirámide de piedra y cielo. Porque 20 minutos no son suficientes para indagar a Centroamérica y a su rica literatura, desde el Popol Vuh, siglos atrás, hasta hoy, en este nuestro Facebook por hacer.

3 comentarios:

viviane dijo...

muy lindo discurso. me gusto.
espero que muchos de esos suenos s epuedan concretar!
abrazos

Edilberto González Trejos - Autor dijo...

Acertada elección para las palabras del CILCA.
Poeta, a seguir trillando este sendero.

mati dijo...

para quienes gustan de la literatura centroamericana www.editlegado.com
Libros centroamericanos a cualquier parte del mundo.